¡Éste
grito silencioso!
éste
dolor de estar vivo que me penetra y recorre,
que me
arruga como los años.
Dolor
silencioso y cansado que se llevó el polen de mi juventud,
que me
produce versos extenuados.
¡Oh
quietud sepulcral!
Que se
mece entre cipreses y olmos en una muerte que nos iguala
¿Dónde
habitas para escuchar tu silencio?
¿Para
que tu fría caricia me arrulle en su descanso?
¿En
qué dirección escribirte una carta sin remite?
Yo te
quitaré el dolor
Morir
sólo dura un instante que dura a su vez toda una eternidad.
Polvo
serás, ceniza consumida y barro fresco en días de lluvia.
Tus
poemas agusanados tal vez te sobrevivan
y
polvo serán también con el tiempo las páginas que escribiste.
Y
allí, en un abrazo de tierra fresca conocerás el dolor de estar muerto,
porque
morir duele, permanecer muerto duele en cada siglo,
sin
embargo ser poeta produce dolor y muerte.
Infeliz
mortal, que creíste ser heredero de la lira de Apolo
para
descubrir en tu agonía que solamente fuiste un pequeño talón de Aquiles.