Me mato lentamente en
cada inhalación, de este humo que es la vida,
al fin y al cabo.
Fumar mata
lentamente, pero respirar también lo hace.
Me mato lentamente en
cada trago del agua amarga de la realidad diaria.
Beber mata
lentamente, pero también se muere lentamente en una
sociedad agónica.
No soy dado a las
drogas fuertes, huyo del discurso político que jala en los baños
y miente en los
escaños.
Al fin y al cabo, la
droga más dura es levantarse cada mañana para ser robado
y asesinado por el
estado.
Elijo ser libre para
buscar una manera decente de morir lentamente,
al fin y al cabo,
morir es una elección personal e intransferible.
Ayer escribí una
carta renuncia a mi representante de distrito,
renuncio a su
representación en mi nombre
y al pan nuestro que
me roba cada día, renuncio a su credo y su discurso.
El estado es una
familia narcisista que asesina a sus hijos y a los hijos de sus
hijos por la
naturaleza del escorpión.
Renuncio a su estado
y su gobierno, renuncio sí,
para vivir mi propia
música lejos del concierto del Flautista de Hamelin
y sus coros y danzas
democráticos.
Renuncio al insulto a
la inteligencia, renuncio al atontamiento global
y sus organizaciones madrigueras.
Renuncio al odio nuestro
de cada día que siembran en nuestras mentes,
a las guerras en que matan
a nuestros hijos.
Puestos a morir
lentamente, elijo morir en libertad