jueves, 12 de marzo de 2015

SÓLO SUEÑO QUE ESTOY SOÑANDO.



Despierto sudoroso y con la boca pastosa de silencios,

sin embargo la noche es refrescante

y la brisa marina se desliza por las cortinas abiertas

de una terraza con la mirada perdida en la ensenada.

Me siento inquieto ante un presentimiento

que intenta nacer entre anticonceptivos demagógicos

y no entiendo la pregunta formulada

con interrogantes encadenados. Un sofisma repta

entre los labios del político de turno, tal vez sea la imaginación

o su lengua bífida, pero no consigo comprender su verdad.

La verdad es que no comprendo la verdad más allá

del obrero que llora las horas de sudor y hastío

mientras sueña con reconstruir las ruinas de su hogar.

Tal vez no entiendo de castas o comprendo

que la semántica es una excusa para engañar las circunstancias.

Es un mal sueño del que nunca te despiertas del todo,

ya que los sueños están regulados por decreto ley

para proteger la libertad de los custodios de la democracia.

En el fondo todos somos estatuas de sal

que rinden pleitesía a gigantes con los pies de barro

y las manos teñidas de oro y sangre.

O tal vez sólo sueño que estoy soñando.