jueves, 2 de febrero de 2012

TU NOMBRE PRIMIGENIO.

No tengo nada,
apenas mi nombre;
y ese, tan gastado
como una vida consumida.
¿O tal vez consumada?
Para ser sincero, no lo sé
ya que en ocasiones confundo
la intención de la gramática.

Sin embargo tengo tu rostro
con forma de lágrima
tus labios con forma de beso
y tu aliento, tan vital para mí
que cuando me falta
siento la distancia
como un nudo corredizo
en torno a la añoranza.

No tengo mucho, es cierto.
Tan solo tu nombre
y todo aquello que contiene,
pues tu nombre es el nombre
primigenio de todas las cosas;
incluso en las cosas sin nombre.

Tengo también algunos poemas
leidos al azar
y los versos atolondrados
que suelo escribir
cuando me disfrazo de poeta.

No tengo nada,
Por no tener, incluso carezco
de certezas absolutistas
-que no es decir demasiado-
tan de moda en estos tiempos.
Sin embargo, llevo
en mis bolsillos deshilachados  
montones de certezas.

Especialmente cuando me acercas
la invitación de tu sonrisa
el abrigo de tus brazos
o aquel misterio compartido
que  me entregas cuando cierras los ojos.
Es en esos momentos
cuando tienes la costumbre
de asaltarme con la fuerza del viento,
y su nombre, que es también el tuyo
desgrana sus arcanos.
Llegas a mí como un poema
milenario y reencarnado en ti.

No puedo evitarte
y para ser sincero
no quiero hacerlo
pues me gusta recitarte
con mis dedos ciegos.

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