“El sabio siempre puede
cambiar de opinión, el necio nunca”. Kant
Si algo me molesta
especialmente, es la moralina de lo políticamente correcto que básicamente se
limita a prohibir sobre todas las cosas y perseguir con saña el pensamiento
disidente. Así nos vemos inmersos en una
sociedad llena de contradicciones y “dogmas de fe política” no muy distintos a
los “dogmas de fe religiosa.” Es decir: verdades absolutas, definitivas, inmutables, infalibles,
irrevocables, incuestionables y absolutamente seguras sobre las cuales no puede
flotar ninguna duda.
En base a ese mantra la
censura es un perfecto engranaje que cuenta con la complicidad de la propia
ciudadanía, presta a castigar o denunciar al pobre infeliz que se atreva a
cuestionar esos dogmas o cometa el grave delito de manifestar una opinión distinta
a la canonizada por “los santos padres progresistas de la democracia en su Láudate
prohibetur” siempre adaptado a las nuevas necesidades. En ocasiones tienen
incluso “tropas de elite” dispuestas a montar un escrache en nombre de la “libertad
de expresión bien entendida.” Ese escrache puede y debe incluir “violencia democrática
y justificada, siempre justificada”.
Todos los dogmas
necesitan de una religión para evangelizar y una inquisición para perseguir a
los herejes. De esta guisa vivimos anegados en una zona pantanosa que limita
nuestra libertad en base al pilar central de los nuevos dogmas: “Los políticos
y sus partidos están para concedernos derechos y libertades” “solo es democracia
si es de izquierdas” y cuanto más a la izquierda más democracia, obviando
claramente la cifra de más de 100 millones de muertos caídos del lado izquierdo
del mundo, seguramente por fascistas.
“Cuánto más corrupto es el estado, más leyes
tiene.”
Tácito
La misión de los
políticos es la de garantizar la defensa de nuestros derechos y libertades
fundamentales, recogidos tanto en la constitución propia a cada país como en la
declaración universal de derechos humanos. Y eso se consigue aplicando las
leyes vigentes, no inventando un conglomerado de pseudo leyes encaminadas a
desvirtuar el estado de derecho y moldearlo a la conveniencia de sus intereses.
El resultado de la
dejadez de funciones en busca del voto perdido es el caos. Sir Winston
Churchill afirmaba que “El político se convierte en estadista
cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas
elecciones".
Deberíamos comenzar a reflexionar seriamente amigos
porque claramente nuestra sociedad involuciona y no al contrario
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