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incansable ¿en qué cayado apoyarás tu cansancio?
¿Acaso ignoras
que la realidad está proscrita, que la verdad
es un
humilladero en que llorar tus culpas ante nadie?
¿Acaso
ignoras que no existe absolución en el delito de vivir?
Frente a ti
el desierto, siempre el desierto
para
caminar descalzo en tus cuarenta días de
purificación.
Serás
tentado, no lo dudes; todos hemos sido tentados alguna vez.
Tal vez te
ofrezcan el mundo, la inmortalidad, tal vez reinos ignotos,
adoradores
y penitentes a tus pies a cambio de sumisión absoluta.
Pero no
dudes que el precio siempre es el alma,
tu alma, el alma de la civilización.
Entonces
quizás comprendas que todo se reduce a la sencillez de unas sandalias
para
resguardar tus pies de la arena abrasadora
del gentío, el agua fresca
de unos
versos en tu mente, la sombra alargada de cualquier ciprés,
la brisa del
silencio.
¿Por qué
llorar lo nunca fue, lo que pudo ser o jamás será?
El diablo y sus tentaciones pueden esperar
junto al paraíso perdido.
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