¡Cuánto
te quise!
Amé
incluso el lodo de tu tierra.
La
algarabía de tu imprudencia,
amé
cada silencio de tu condena.
El
frío de tu indiferencia me entumecía los huesos
y aun
así te amaba, como un cubito de hielo
con Síndrome
de Estocolmo de su congelador.
Cada
rincón de mi infancia, perdida entre tus calles.
Amé a
todas las mujeres que fingí amar.
Los nombres
gastados, también los hombres gastados
con el
mazo que inclemente golpeaba las aguas de mi remanso.
¡Cuánto
te quise!
Debe
ser que el amor no tiene edad, pero tiene olvido,
distancia
y fecha de caducidad.
Tal
vez ese amor que hoy no lamento perder
llegó
enlatado como tus esquinas.
¡Tu
cielo resultó ser demasiado estrecho para mis ansias!
Barrotes
los picos de tus cordilleras rotas para quien nunca fue buen alpinista.
Y sin
embargo ¡cuánto te quise!
Tanto te quise que te amé hasta odiarme.
Tanto te quise que te amé hasta odiarme.
Tanto
te amé que me doliste durante toda mi muerte.
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