Cuanto más veo más nostalgia siento del mundo que nos entregó Ayn Rand en su Rebelión de Atlas. No existe día con un momento dedicado a reflexionar sobre las consecuencias reales de una huelga a gran escala, una huelga y un retiro a un lugar en el que las personas decentes pudiésemos desarrollar nuestra vida y aptitudes lejos de los saqueadores y sus ejércitos de fieles consentidores.
Hace bastante tiempo que no siento otra cosa que escepticismo en general, veo el día a día, leo con autentico recelo y terror todo tipo de comentarios, contemplo situaciones inverosímiles aceptadas con normalidad, observo aburridos debates que terminan por ser un soliloquio compartido y aceptado sobre lo políticamente correcto, paseo por unas calles llenas de almas muertas, de personas agotadas y sin ilusión alguna. Siento sin poder evitarlo el sanguinolento rastro que ha dejado la política en un país que un día me llenó de orgullo y actualmente lo hace de desconfianza y una sensación muy parecida a la nausea.
No se puede luchar contra el sistema desde el sistema, ellos lo saben, lo tienen previsto y atado. No nos darán cuartel, quieren nuestras almas, nuestros cerebros, nuestro esfuerzo; son vampiros aferrados a nuestra carótida alimentándose del flujo vital y dejándonos apenas lo necesario para mal vivir dentro de un caparazón con apariencia humana en una sociedad cruel, totalitaria e inhumana disfrazada de buenismo. Es en definitiva la peor de las dictaduras, ya que está vigilada y defendida por la más letal de las armas: LA ACEPTACIÓN DE NUESTRA CONDICIÓN DE ESCLAVOS difundida desde casi todos los ámbitos.
Nacemos a un mundo que adoctrina cada segundo de nuestra existencia con la finalidad de (al más puro y terrorífico estilo orwelliano) no sólo convencernos de aceptar y obedecer al gran hermano, si no de amarlo también. Hace demasiado tiempo que vivimos en 1984, tanto que somos incapaces de recordar si realmente fuimos libres en alguna ocasión o todo forma parte de un sueño conspirativo del que somos incapaces de escapar.
Lo más terrible es que a diferencia del mundo de Ayn, en el mundo real carecemos de la valentía y los medios necesarios para escapar a nuestras cada vez más pesadas y opresoras cadenas.
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