Un hombre, una bala,
o un machetazo.
Un hombre, una muerte,
o mil, qué más da
Si es en nombre de la codicia
o el odio.
Un hombre, un voto
que da el poder para manejar
los hilos, para comprar
las balas, las voluntades
o los machetes.
Las muertes siempre son las mismas,
solo cambian las causas
y las caras de los muertos.
solo cambia la cara del poderoso
que incita a matar, que incita
a odiar en nombre de su avaricia.
El poder corrompe a quienes
lo ostentan o ambicionan,
y de una forma u otra, mata
a quienes sufren por su causa.
Mata sus vidas, o su futuro,
mata sus sueños o esperanzas.
Un hombre, un voto, o mil,
qué más da si es siempre
en nombre de la corrupción.
La injusticia es la única bandera,
la bandera universal, con el escudo
de los corruptos y sus mentiras.
Enormes banderas, regadas
con la sangre y lágrimas del pueblo.
Enormes banderas para ondear,
o más pequeñas a juego con las grandes
para llevar en sus lujosos coches oficiales.
Un hombre un voto, o mil,
qué más da.
un hombre, una muerte,
o mil, qué más da
si siempre mueren los mismos,
sólo cambian los cadáveres
o sus macabras posturas.
Solo cambian las caras de los canallas
que promulgan el odio
como forma de vida para ellos,
como forma de muerte
para los demás.
Y marchan alegres los hombres
a la sombra de las banderas
de los corruptos, y matan o mueren
en nombre de sus mentiras,
las banderas también sirven
de sudario.
Siempre existe una causa
para matar o morir en nombre
de la riqueza,
el dinero, o los recursos naturales
que pudiesen generarlo.
Que ondeen alegres estandartes
de la democracia cerca del oro
o diamantes, cerca del petróleo.
Y que callen los muertos allí
donde solo existe tierra
para sus sepulturas.
En los abruptos pedregales
no existe lugar para la civilización.
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