Si debemos aprender algo
de esta crisis es precisamente que hemos llegado a ella tras sufrir otra muy
distinta, una crisis silenciosa de valores; valores que se fueron diluyendo en una
sociedad cada vez más pragmática e imbuida por la búsqueda del paraíso terrenal
más cercano y sin tener en cuenta las consecuencias que ello pudiese conllevar
a largo plazo. Hace unos días sostuve una conversación familiar sobre culpas y
tal vez perdido en la algarabía de la conversación dicharachera y cortoplacista
que se formó a mí alrededor fui incapaz de hacer entender mi postura sobre
culpabilidades. No nos engañemos, tenemos nuestra parte en el reparto de
culpas. Pero nuestra culpa es la culpa del rebaño mal dirigido y conformista,
nuestra culpa es culpa de la oveja que se deja llevar al matadero sin proferir
una queja. Y aunque existen personas e
instituciones capaces de dar claros ejemplos de solidaridad y humanismo
cristiano se ven obligadas a soportar todo tipo de injurias y persecuciones
debido precisamente a sus actos. Me viene a la mente el ejemplo de Amancio
Ortega, del que más que importarme su fortuna me importa el uso que hace de
parte de la misma, utilizándola para ayudar a quienes lo han perdido todo (20
MILLONES DE EUROS) y me escandaliza igualmente la hipocresía de quienes le
condenaron y lincharon mediáticamente: actores de cine subvencionado,
escritoras de medio pelo, cantantes de mercadillo y saldo, algunos payasos que
presumen de cómicos, partidos políticos o movimientos sindicales que entienden
por justicia y generosidad el asalto a supermercados, la intimidación de
cajeras y trabajadores en general, todos ellos con sus fortunas y tributaciones
a salvo en otros países o paraísos fiscales y sin la menor intención de dedicar
parte de ellas a los fines que critican en el señor Ortega . Me vienen a la
mente instituciones religiosas como la iglesia católica tan solidaria como
perseguida que apenas da abasto a atender tanta necesidad mientras otras
confesiones religiosas y políticas practican el fundamentalismo y la persecución
contra ella denigrando sus acciones y confundiendo a las masas con violencia y
demagogia. ¿Qué futuro tiene una sociedad que condena las buenas acciones y
aplaude el vandalismo y la demagogia? NINGUNO
Tenemos parte en el
reparto de culpas sí, la parte del marinero que se deja seducir por los cantos
de sirena de aquellos que supuestamente están más cualificados para dirigirnos
como sociedad y nación y en lugar de cumplir con su tarea se afanan en utilizar
sus cargos electos o dedocráticos en acumular riquezas y poder, privilegios en
definitiva para ellos, sus allegados, sus partidos políticos y sindicatos o sus
grandes monopolios financieros y empresariales. ¿Quién tiene más culpa en el
reparto, la oveja que pasta en la seguridad de que el pastor vela por ella o el
mal pastor que sólo pretende de la oveja su carne y su lana dejándola a merced
del ataque de las fieras cuando nada cree obtener de ella? ¿Quién tiene más culpa
en el reparto, el rebaño conducido a un precipicio o el pastor que les conduce
a sabiendas hacia el mismo? ¿Quién tiene más culpa en el reparto, el pastor
capaz de parar la pérdida conteniendo la marcha del rebaño hacia el abismo redirigiéndolo
a caminos de prosperidad, o el mismo rebaño impulsado por el pastor implacable
a sabiendas de que el camino termina en un despeñadero?.
Sí, tenemos nuestra parte
en el reparto de culpas, qué duda cabe. La parte del inocente que desconociendo
las consecuencias económicas y políticas se dejó adormecer por los cantos de
sirena de los profetas del fundamentalismo democrático y decidió dejar en sus
manos aquello que es de todos ya que todos lo sufragamos de nuestros impuestos,
tenemos la culpa de los mansos que nunca se preocuparon de que en España
existiese una ley electoral injusta, anticonstitucional y antidemocrática que
ponía todos los resortes del poder político y económico en manos de una casta
de personas mediocres, mal preparadas y sin ningún sentido de estado o creencia
en España como nación y la democracia como forma de gobierno. Nuestra culpa es
la culpa del silencio mientras la clase política secuestró la separación de poderes
y con ella la democracia. La culpa del consentimiento silencioso mientras
políticos, sindicatos, patronal y banca se repartían los beneficios de nuestros
impuestos. Tenemos nuestra parte de culpa, qué duda cabe, la tenemos y la estamos
pagando bien cara cada día. La pagamos con unas tasas de paro alarmantes, la
pagamos con familias desahuciadas por unas cajas de ahorros arruinadas por la
intervención de políticos y sindicalistas que se han lucrado de las mismas obligándonos
a rescatar de nuestros impuestos la ruina y la corrupción que ellos han creado,
la pagamos al vernos obligados a subvencionar el brazo político de una banda
terrorista con representación parlamentaria debido a que la ausencia de
democracia hace que sean los partidos políticos quienes eligen a jueces y
fiscales poniéndoles al servicio de sus intereses. Pagamos nuestra culpa al ver
a unos dirigentes políticos subvencionados con dinero español utilizando los
foros parlamentarios para dividir España enfrentando a los españoles con pretensiones
separatistas y la cobarde y partidista conformidad del presidente del Gobierno
y los residuos del principal partido de oposición. Tenemos nuestra parte de
culpa y la estamos pagando amargamente ¿Pero cuando comenzaran a pagar su parte
de culpa los verdaderos culpables?
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