A veces siento que juego al escondite
con la vida o viceversa.
Un viejo retrato olvidado
en el cuarto oscuro,
olvidado a su vez entre ángulos muertos.
Negativos esparcidos por el tablero,
fichas de ajedrez extraviadas
y un viento vespertino que recorre el panorama.
Una locomotora averiada
remolcando interrogantes
por una vía muerta.
Semáforos apagados
y un paso de cebra sin cebra.
Varios puntos suspensivos
y un final extravagante
que espera el perdón del lector.
En fin, rarezas de poeta.
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