viernes, 20 de junio de 2014

Mi propio desierto.


Cúlpame de mi debilidad,
pero no olvides que en ella
radica mi fortaleza.
Acúsame de mis dudas,
pero nunca de tus contradicciones,
soy culpable de la infidelidad
a tus mentiras, no lo niego.
Nunca juego con los dados
cargados de hipocresía
ni tengo dardos destinados
a los ojos de nadie.
Cúlpame tal vez de no saber
que mejilla se pone cuando
puestas todas no se encuentra más respuesta que la conveniencia
acomodada a las circunstancias.
Soy culpable de no salir en procesión tras un becerro de oro
con lágrimas de cocodrilo
y los labios pintados con la sonrisa de la hiena.
Y perdona si escribo estos versos mientras cruzo mi propio desierto.

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