Te veo en la distancia, en altiva
contemplación
de tus ruinas y cascotes.
Hidalga patria,
algarabía de voces calladas,
de bocas hambrientas de
sueño y pan,
te contemplo en el espejo transoceánico,
distante y fría, como si
viviese en tus calles.
Es cierto, hogar, casa y tal
vez infierno
en ocasiones. Es cierto
que no camino por tus
calles,
pero igual me duelen tus
barros,
los barros con que se
construyen
los pies de tus ídolos
de cuerpo fétido y mente en
coma.
Paseo por mis recuerdos y
mis tal vez
con cierta melancolía desganada
y omito chascarrillos
enarbolados
con aire de dignidad
indigna,
tal vez por no parecerme
a la dignidad selectiva de tantas
conciencias pagadas o
adormecidas
en el laurel ideológico
de cualquier escaparate.
Hogar de héroes sin pedestal
cuna de canallas encaramados
en los altares de la conveniencia.
Forja de espadas rotas y
cadenas.
Cantar de gesta del
deslenguado
oportunista.
Es cierto,
¡ te contemplo y me dueles,
Como duele la sangre y el latido!
Es cierto,
¡ te contemplo y me dueles
como duele la
muerte
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