Los árboles están
desnudos,
enseñando sus
vergüenzas a los viandantes
ofreciendo generosos
sus troncos
a la incontinencia
instintiva de los perros callejeros.
Su apoyo moral a los
borrachos
Su tronco a los besos
furtivos
Sus ramas vacías a
los pájaros cansados
Sus hojas secas
esparcidas por el suelo
a la alegre tarea de
los barrenderos
cabalgando el asfalto
sobre sus carritos contenedores.
La basura casi
siempre está fuera,
deambulando por las
esquinas, acechando
en espera del momento
preciso para apuñalar
al transeúnte despistado
y también al árbol.
No hay árboles en San
Jerónimo, alguna carrera
y un estercolero
escoltado por leones de piedra
que apenas aguantan
el hedor a basura en el interior.
Tal vez en otra vida
la basura fue árbol,
aunque tengo dudas,
los árboles suelen dar fruto,
sombra, apoyo, también
embellecen,
hay belleza incluso
en un árbol seco,
sin embargo no hay
belleza alguna en la basura.
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