Entré en estado de prosa cuando me dejaron de latir
los versos, enchufado como estoy a un aparato de respiración artificial que
mantiene mis constantes vitales en estado de alerta. No me intuben el suero de
unos versos ñoños para convencerme, la cicuta mata más rápido a las musas y se
evitan el hastío de los renglones torcidos. Prefiero regar el pequeño laurel
del patio trasero y respirar el aroma a libertad de la constancia que impregna
sus verdes hojas. La lira eléctrica está de moda es cierto, tan de moda como estuvo
en su tiempo la lengua de los rolling stones que siguen subiendo al escenario con pañales
para adulto e incontinencia marcando paquete sobre el escenario. Me falta endecasílabo
y arte mayor para caer vertiginosamente en las tentaciones sociales, y el faro
alejandrino sigue brillando en el horizonte para guiar a buen puerto a los
marineros tenaces alejados de los cantos de sirena de la impostura. Debería
marcar distancia con la revolución democrática de la guillotina virtual y sus
falsos héroes, pero cuando pienso en el esfuerzo de construir calzadas romanas de
catorce endecasílabos con rima consonante repartidos en dos cuartetos y dos
tercetos, me caen décimas de sudor sobre la frente agostada por la falta de
vocabulario. Las autopistas actuales son de cómodo alquitrán, el viaje a
ninguna parte más rápido y hay que pagar pocos peajes hasta llegar a la corrala
donde el vulgo instalado cómodamente en sillas de tres patas espera
con el aplauso en sus bolsillos raídos. Imaginad el esfuerzo empleado
innecesariamente en dar a las gallinas otro alimento que no sea su pienso habitual,
siendo su naturaleza de vuelo corto es vano el empeño en fortalecer sus alas no
habituadas a las alturas del cielo claro.
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