¡Un tequila sin sal y limón!- a Alfredo le
gustaba empezar fuerte; tras ese tequila seguirían al menos dos más,
espolvoreados convenientemente con dos “tiritos” en los lavabos del Ateneo, a
partir del tiroteo nasal Alfredo entablaba un larguísimo dialogo etílico con su
mejor amigo “Jack Daniels”. El Ateneo era su
garito predilecto; en él podías encontrarte la más heterogénea mezcla de
personas, desde el profesor de facultad que acude a tomar unas cervezas tras
las clases, hasta muchos alumnos que, casi siempre con acierto, veían más
utilidad en unas copas que en las clases impartidas por personas dóciles y
domesticadas por el pesebre conseguido en coyunturas políticas. Allí confluían
también los más extraños y estrambóticos personajes del mundo de la noche; era
el lugar perfecto para empezar la juerga y, en algunas ocasiones, también para terminarla
cuando la noche se hermana con la madrugada.
-¿Me invitas a una
copa, Alfredo?
Vaya, la noche no podía empezar mejor; tenía
ante él, ¡en la primera copa!, una auténtica y extraña belleza, morena, con
unos ojazos negros llenos de secretos.
-
¿Me invitas a esa copa o tendré que buscar en
otra parte? Fíjate y verás que me miran otros chicos y algunas chicas también. ¡Tú decides!
La verdad es que la chica merecía todas y
cada una de las miradas; era increíblemente atractiva y sugerente, y… tenía
algo más. Alfredo no sabía cómo explicarlo pero esa chica era algo distinto y
no sólo por su forma de vestir, (parecía pertenecer a una de esas extrañas tribus
urbanas Góticas) sino, sobre todo, por sus facciones juveniles, y sus ojos que escondían
algo arcano como una fuerza devastadora que a través de su mirada trasmitía un
misterio que solo algunos escogidos podían llegar a desvelar, si ella lo permitía.
- ¿Eres Gótica o algo
así? Te atreves con un tequila o quieres algo más light.
- Un tequila está
bien, para empezar, claro. ¿Dime, Alfredo, qué más te gusta, tequila aparte?
La cosa no paraba de mejorar, una chica
directa.
-
Me
gustan los coches, las motocicletas y las mujeres, los coches y motocicletas
rápidos, y las mujeres rápidas y decididas, me gusta la velocidad en todo, la
vida es corta.
-
A mí me gustan los hombres a los que les
gustan los coches, las motocicletas, la velocidad y las mujeres rápidas y
decididas, pero… ¿Has pensado alguna vez que la velocidad te lleva antes a
cualquier sitio, incluso al final de la vida misma?
-
Oye,
¿vamos a beber o filosofar?
-
Se
pueden hacer ambas cosas. Alfredo. ¿O te asustan las mujeres cultas? ¿O las
conversaciones que lleven implícito algo más que… dónde lo hacemos, además de…
qué bebemos hasta reventar?
¡Joder, una tía despampanante que se pone
ella sola a tiro y tenía que salir filósofa!
-
¿No
me asusta nada y a ti?
-
A
mí no me asusta nada; a veces creo que he vivido millones de vidas, sin haber
vivido nunca, y a veces creo que sólo vivo para ver morir millones de vidas;
este tipo de pensamientos hacen que el miedo sea solo una circunstancia más y
más bien pasajera. ¿Ves a aquella chica que nos mira?
-
Pues
no me importaría irme con ella si me resultase interesante; es más, no me
importaría salir esta noche de aquí con cualquiera de todas aquellas personas
que nos miran ahora mismo, pero hoy te he elegido a ti, Alfredo; de ti depende
lo que ocurra a partir de ahora.
¡La madre que la parió! Lo había dicho bien
clarito, vaya pava.
-
¿Y qué tengo que hacer para llevarte a mi
casa?; ¿oye, cómo te llamas?
-
Creo
que hoy no te diré mi nombre, al menos no te lo diré aún, más tarde quizás te lo
diga y quizás también pasen otras cosas… más tarde; para llevarme a tu casa
empieza por no volver a preguntarme qué hace falta para llevarme a ella; yo
decidiré si acabamos en tu casa, en otro sitio o no terminamos nada, al menos
hoy.
Desde luego era la chica más extravagante y
enigmática con la que Alfredo había ligado en estos dos años que llevaba
pululando por el Ateneo; cuanto más convencido estaba de mandarla a paseo y
emborracharse solo, más y más le costaba hacerlo, acostumbrado como estaba a
las noches de sexo sin comprometerse a nada. Percibía en su interior la extraña
certeza de que tarde o temprano acabaría encontrándola de nuevo, por mucho que
hoy se le escapase de las manos. Tres chupitos cada uno más tarde, terminaron
por coger una mesa apartada y una botella llena de tequila.
-
¿Dime,
qué crees que va a pasar esta noche, o… qué te gustaría que pasara?
A estas alturas Alfredo estaba desorientado,
no sabía muy bien por dónde sorprender a esta chica sin nombre, y, lo que es
peor, estaba seguro de que no importaba lo que dijese, ella se encargaría de
dar la vuelta a su favor a cualquier cosa que se le ocurriese decir; pero había
que intentar algo, aunque ese algo fuese sencillamente decir la verdad.
-
Sinceramente,
al principio pensé que esto empezaría con un rápido revolcón en los lavabos, y
quizás otro más tranquilo en mi casa; al principio claro, después pensé incluso
en mandarte a paseo, ir directo a los lavabos y meterme otro tirito y media
botella de Jack Daniels, chupito a chupito;
es más, no tengo claro si me estás tomando el pelo para beber gratis, si solo
buscas un chalado como tú para beber y hablar sin ofrecer nada, o si realmente
quieres que lleguemos a algo más íntimo; lo que sí sé es que me importa una
mierda, sólo quiero que sigas aquí conmigo, que no te vayas, aunque no me digas
por qué. Estoy medio borracho a pesar de la coca, pero algo dentro de mí me
dice que no estás aquí por casualidad, que me buscabas, y, aunque pareces estar
jugando, de alguna manera sé que has venido sólo por mí esta noche.
-
Yo
no soy de nadie, Alfredo, ni lo seré nunca; hoy estoy contigo, ayer estuve con
otros, mañana o dentro de unas horas quizás sea con aquella chica que nos mira
algo confusa; sí, seguramente mañana la elegiré a ella; si puedes aceptar esto,
si eres capaz de entender que nada puedes hacer por cambiarlo, si estás
dispuesto a aceptar lo que no puedes impedir, es el momento de pagar esta
botella que nos hemos bebido. Toma dinero, esta noche te invita esta chalada
que buscaba un chalado como tú para beber y charlar, yo te espero en la puerta,
daremos un paseo y quien sabe… quizás ese paseo nos lleve a tu casa, o quizás a
la mía. Esta noche algunos afortunados miraran con envidia cómo salimos de aquí
juntos sin un destino concreto aún; quizás mañana o pasado algunos no se
sientan igual paseando a mi lado.
-
Desde
luego estas como una cabra, chica sin nombre; voy a pagar y salgo enseguida.
¡Marcos, cóbrame!
-
Vaya mierda llevas macho, vaya mierda, ten más
cuidado con lo que te metes hombre, le dijo el camarero asustado.
-
¿Vaya mierda? Ainsss, si la envidia fuera
tiña… ¡Vaya hembra que me llevo macho!
-
Lo
dicho tío, vaya mierda, anda y que te vaya bien, Don Juan ilusorio.
-
Hasta
mañana envidioso.
-
Hasta
luego Casanova.
-
Bueno
chica sin nombre ¿dónde quieres ir?
-
Qué
más da eso, el camino es lo menos importante, una vez se sabe donde terminará;
tomamos la última en tu casa y ya veremos.
El camino hasta el
apartamento de Alfredo transcurrió entre algunos silencios incómodos y unas
pocas frases incoherentes que la chica aceptó como consecuencia de los excesos
etílicos de Alfredo, pero al final estaban ante la puerta del apartamento y
ella seguía allí.
-
¡Qué
quieres tomar chica sin nombre! Tengo tequila, vodka y a mi favorito: Jack Daniels.
-
Tequila
está bien, Alfredo.
-
Bien,
un tequila y un beso para empezar con buen pie.
-
No
tengas tanta prisa, quizás ese beso que tanto esperas no te guste tanto después
de todo; es mejor lo que se espera, lo que se imagina, que aquello que termina
por suceder realmente, tranquilo.
-
¡Qué
es ese alboroto, joder Alfredo, ya estás otra vez igual! Intenta hacer algo
menos de ruido, los vecinos se quejarán otra vez con razón, y algunos queremos
ir mañana despejados a la facultad.
-
Jorge,
quiero presentarte a la chica sin nombre, no sé si se quedará aquí esta noche,
pero yo quiero que se quede. Este es mi compañero de piso y de estudios, mi
aburrido y formal amigo Jorge.
-
¡Vaya
mierda llevas otra vez chico! Anda, intenta tranquilizarte y vete a dormirla,
hasta mañana golferas.
-
-Ya
ves, no te gustaría, es de un formal y aburrido que espanta.
-
Sí,
desde luego es la clásica persona a la que no tengo intención de ver a corto
plazo; tú eres más mi estilo de cita, Alfredo, sí, tú volverás a verme y la
próxima vez vendrás a mi casa. Pero no será esta noche, esta noche no; sin
embargo sí te daré ese beso que querías al entrar, un beso corto, para que me
recuerdes, para que me esperes, para que sepas que muy pronto vendré a por ti y
te llevaré conmigo a casa.
Fue un beso rápido,
esquivo, casi una despedida que no termina de llegar, como un hasta pronto que
surge tan rápido, como rápido desaparece; sin embargo Alfredo sintió en ese
escaso segundo un aliento frío, que desde los labios invadía todo su ser, como
si hubiese besado un tempano de hielo en lugar de aquella boca que tanto
deseaba recorrer a mordiscos juguetones. De repente le invadió un tremendo
sopor, le pesaban los párpados y el cansancio se apoderó de todo su ser; lo
último que alcanzó a ver fue una puerta, la de su apartamento, cerrándose tras
una negra sombra.
-
¡Dios,
qué dolor de cabeza, realmente la había cogido tremenda ayer noche!
-
Buenos
días tarambana, ¿te duele la cabeza crápula?
-
No
me fastidies, Jorge, bastante tengo, vaya mierda cogí; encima se me escapó esa chica
tan rara.
-
¿Qué
chica, qué dices?
-
¿Qué
digo?, joder tío, la chica que te presenté ayer.
-
¿Ayer?,
cuando te encontré, estabas solo, medio tirado en el sofá, con una botella de
tequila en las manos, farfullando de manera incongruente; imagino que puesto
hasta las cejas de tequila, y a saber qué más. Me voy a la facultad, intenta
espabilarte a ver si consigues llegar a alguna clase medianamente lucido.
-
¿Solo,
solo y tirado en el sofá?
Jorge
alucinaba, sí es cierto, la había cogido de concurso pero recordaba cada
palabra, cada mirada, recordaba ese paseo hasta el piso y, sobre todo, aquel
beso corto, pero ¡tan intenso y frío!, recordaba la promesa de la chica: “Tú
volverás a verme y la próxima vez vendrás a mi casa”. Estaba seguro, ella
volvería, volvería a verla. Pasó el día semidormido, tumbado en la cama; con
las primeras luces artificiales de la noche, se levantó y se duchó, se vistió
para salir, ya comería algo rápido en cualquier sitio.
-
¡Un
tequila sin sal y limón!
-
Marchando,
golferas, no sé como tienes cuerpo después de la de ayer.
-
Ya
ves, tío, machote que es uno, una pregunta Marcos ¿La nena aquella de anoche,
ha venido por aquí?
-
¿Qué
nena?
-
¡No
me jodas tú también, Marcos! La pava que estuvo bebiendo conmigo anoche, la que
se fue conmigo después, esa morenaza de ojazos negros que vestía de Gótica.
-
¡Qué
dices, colgado! Anoche empezaste como siempre, te bebiste un par de chupitos
hablando entre dientes, después te fuiste al lavabo como siempre y al volver
con las narices algo blancas, te fuiste solo a una mesa con una botella entera
de José Cuervo, te la bebiste, pagaste y saliste por la puerta dando tumbos y hablando
solo; si había alguien o no esperándote fuera, no lo sé, tío, pero de aquí
saliste totalmente colgado y solo. Por
cierto, no veas la que se montó después; al poco rato de salir tú, una chica
fue violada y asesinada en el callejón de detrás, una chica joven que estaba
sentada cerca de ti; estuvo casi toda la noche la pobre y te miraba bastante,
no sé cómo no te diste cuenta, la verdad. Si hubieses estado más fino se
hubiese marchado contigo, a lo mejor, y quizás aún estaría viva. Dicen que
estudiaba en tu misma facultad, era su primer año, creo, ya había estado alguna
vez por aquí, una tía algo seria pero muy amable. En fin, no puede evitarse lo que
está destinado a pasar; era su noche.
¿Sólo? No, estaba
seguro, la recordaba perfectamente, recordaba cada palabra, cada minuto con
ella. ¿Una chica que le miraba?
No, no se acordaba de ella, sólo recordaba a
su chica sin nombre recordaba su promesa y su beso. Sí, volvería a verla,
estaba seguro, ella se lo había prometido, la esperaría. Lo recordaba perfectamente:
“Te daré ese beso que querías al entrar
Alfredo, un beso corto, para que me recuerdes, para que me esperes, para que
sepas que muy pronto vendré a por ti y te llevaré conmigo a casa”. Esas fueron
sus palabras, estaba seguro del todo, a la mierda lo que dijesen los colgados
de Marcos y Jorge; ella vendría, sólo tenía que esperarla. Pero primero un
tirito para despabilarse.
-
¡Dame
otro tequila sin sal y limón!
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