jueves, 26 de enero de 2017

SOLILOQUIANDO.

Los árboles están desnudos,
enseñando sus vergüenzas a los viandantes
ofreciendo generosos sus troncos
a la incontinencia instintiva de los perros callejeros.
Su apoyo moral a los borrachos
Su tronco a los besos furtivos
Sus ramas vacías a los pájaros cansados
Sus hojas secas esparcidas por el suelo
a la alegre tarea de los barrenderos
cabalgando el asfalto sobre sus carritos contenedores.
La basura casi siempre está fuera,
deambulando por las esquinas, acechando
en espera del momento preciso para apuñalar
al transeúnte despistado y también al árbol.
No hay árboles en San Jerónimo, alguna carrera
y un estercolero escoltado por leones de piedra
que apenas aguantan el hedor a basura en el interior.
Tal vez en otra vida la basura fue árbol,
aunque tengo dudas, los árboles suelen dar fruto,
sombra, apoyo, también embellecen,
hay belleza incluso en un árbol seco,

sin embargo no hay belleza alguna en la basura.