sábado, 25 de junio de 2011

ANASTASIO.

                                     ANASTASIO.


                                                          Un galardón inesperado


¡Por fin, todo había terminado! Anastasio se dejó caer en el mullido sillón de relax de su casa. El día había sido agotador, aunque gratificante; se había consolidado como una promesa con su primera novela. Su mente se relajó de la tensión del día, él no se sentía demasiado cómodo en situaciones de protagonismo, por el contrario era una persona con tendencias individualistas, prefería alejarse de las multitudes, de los lugares demasiado concurridos; no es que le pusiese nervioso la multitud, simplemente le hacía sentir cierta sensación de incomodidad. Se sirvió un Jack Daniels con dos cubitos de hielo y puso un cd en su reproductor mp3, las notas del preludio de La Traviata comenzaron a sonar en el ambiente, ¡Cuánto le gustaba esa opera! Ejercía en él, efectos terapéuticos; encendió un habano, tomó un sorbo de su copa y se dejó llevar.

Repasó mentalmente los orígenes de su novela “Los ecos de un ayer tardío”. ¿Dónde estaría en este instante su amigo Ricardo? ¿Llegaría a saber de su novela, a leerla incluso? ¿Se reconocería en uno de sus protagonistas, el joven e impulsivo, pero noble en el fondo, Alberto? Lo último que supo de él, a través de su ex, Pepa, es que llevaba dos meses fuera de la cárcel. Como antiguo amigo de Ricardo y Pepa asistió a su matrimonio y apadrinó a su hija Lujan el día de su bautismo, junto a Celia. ¡Celia! Qué sería de ella, cuánto tiempo había transcurrido desde entonces; en su mente estaban claros todos aquellos recuerdos, aquella noche de excesos que le llevó a conocerla, todas las barrabasadas ingenuas de Ricardo, y aquella paliza que terminó con la amistad de ambos y sus huesos en urgencias. ¡Ricardo, amigo, si supieses que más que los golpes, me dolió la traición que en ellos le hiciste a nuestra confianza!
Fueron tiempos difíciles para Anastasio, era entonces un chico algo enclenque, más bien apocado y bastante tímido, aunque en ese aspecto no es que hubiese mejorado demasiado; simplemente el ejercicio de la docencia le había proporcionado cierta desenvoltura, y poco más. Pero si hubo una constante en aquellos años difíciles para él, esa constante fue Ricardo, siempre a su lado, como consejero en asuntos amorosos, como defensor ante los matones de turno que veían una diana fácil para sus burlas y golpes, en aquel Anastasio de los años 80. Ricardo fue también su pañuelo de lágrimas en innumerables ocasiones, y siendo más despierto para los estudios le ayudó en aquellas asignaturas que se le resistían. Después llegaron aquellas primeras experiencias con el sexo, la bebida y las drogas, aquellas experiencias que arruinaron la vida de su antiguo amigo y de las que gracias a Dios, él salió mejor parado.

¡Ricardo, amigo! ¿Cuánto tiempo ha transcurrido, cuántos años, diez… doce?

Su mente se retrotrajo… un año, dos, cinco… diez…



                            Los años difíciles  


-          ¡Dejadle en paz!
Aquella voz le llegó desde lo alto, giró su cabeza para buscar el origen de la misma, a riesgo de recibir un nuevo golpe, sus libros se encontraban esparcidos por el suelo, sus gafas rotas; pisoteadas, como él mismo. Era alto, bien formado, musculoso; el clásico chico que imponía respeto con su sola presencia física.
-          ¡Qué te importa a ti este pijito cuatro ojos!
-          ¿Y qué te importa a ti si empiezo a repartir guantazos entre idiotas, cómo tú?
-          ¡Vámonos, de todas formas ya le hemos dado la bienvenida a éste imbécil!
ya nos veremos por aquí gusanito.
Ricardo, así se llamaba; le ayudó a levantarse, a recoger sus lentes, tan maltratadas como él, y sus libros; y le dio el primer consejo allí mismo.
-          Más te vale empezar a intentar hacerte respetar, o de lo contrario te van a dar de lo lindo tío, no tengo intención de pasarme el año haciendo de guardaespaldas de un “pijito con gafas”.

Lo cierto es que sí, al final no solo ejerció de guardaespaldas suyo, también terminó por ser su mejor amigo. Anastasio no era mal estudiante, pero algunas asignaturas se le atascaban, necesitaba dedicar muchas horas y esfuerzo para aprobar con cierta desenvoltura, Ricardo por el contrario compensaba su escaso afán por los estudios con una inteligencia increíble. Asimilaba y comprendía cualquier tema, por complejo que fuese, con una facilidad pasmosa;
 lo malo es que su vocación era más deportiva que intelectual, y las mujeres llamaban poderosamente su atención. Si bien es cierto que durante esos primeros años regalaba el orgullo de sus padres con unas magnificas calificaciones, y fue una gran ayuda en los atascos estudiantiles de Anastasio y sus dudas amorosas.
Anastasio no llamaba demasiado la atención de las féminas, no era lo que se dice, el prototipo de chico triunfador con las mujeres, más bien al contrario, sus escasos éxitos con el otro sexo
fueron casi todos a remolque de la arrolladora personalidad de Ricardo.

Entonces llegó su primera experiencia --mala experiencia— con el alcohol y las drogas blandas, y llegó con ella… ¡Celia! Su gran amor, su primer amor. Celia era una chica —en aquella época— llenita, algo seria, muy parecida a él. Se conocieron en un Pub bastante transitado en aquellos años, no hablaron demasiado, pero entonces él empezó a sentirse mareado por un exceso de cervezas y unas caladas de un porro de marihuana que sus amigas y ella les ofrecieron, aún recordaba aquella sensación desagradable, la pérdida de equilibrio, aquella nausea en la boca del estomago y la cabeza embotada, la boca reseca por el efecto de las drogas y la firme promesa ¡Nunca más! Que se formó entre la poca lucidez de su cabeza, introducida de manera vergonzante en la taza del inodoro mientras sentía aquel amargor,
de la bilis de sus vómitos.
Pero al salir del baño medianamente recompuesto; ella estaba esperándole apoyada en la pared, con una sonrisa, mezcla entre lo indolente y comprensivo; al fin y al cabo ella había pasado por la misma prueba con mayor éxito y menor ridículo. Salieron a la calle juntos, cómplices, sin despedirse de nadie; sus manos tardaron apenas unos minutos en encontrarse en la oscuridad de aquella madrugada.
-          ¿Quieres un chicle? Van genial para el mal aliento.
Celia sacó un paquete de goma de mascar, marca Trident, sabor clorofila.
-          Sí, gracias, tengo un sabor horrible de boca.

Caminaron mascando chicle, sin hablar, sin soltarse de la mano; no podría afirmar con exactitud durante cuánto tiempo y distancia pasearon de esta manera. Sin embargo recordaba su corazón, sus latidos desbocados, como un potro joven y salvaje corriendo por las praderas del amor; se armó de valor y se detuvo repentinamente, ella no dijo nada, lo estaba esperando, esperando que Anastasio se atreviese, y Anastasio se atrevió. Fue un beso tímido, torpe, un beso casi aburrido, pero hubo más besos, más años para besar a Celia, para aprender con ella, junto a ella, todos los secretos del amor.

Ricardo, por el contrario, fue también un aventajado alumno en esa asignatura, pasó examen con todas las amigas de Celia, y cuando estas se agotaron buscó más, Ricardo era un sinvergüenza redomado, pero era un imán para las chicas. Entonces llegó Pepa, y con ella una época más estable emocionalmente para su amigo Ricardo; también llegó un embarazo no deseado y una boda. Aquello cambió totalmente los planes de Ricardo, que aunque no se sentía demasiado ansioso ante su futuro universitario, sí tenía intención de seguir experimentando los placeres de la vida estudiantil. Abrió con cierto éxito, un Pub, y allí comenzaron sus problemas.

Fue una época dura para todos, Anastasio comenzó sus estudios universitarios, Celia también; Ricardo retomó sus estudios sobre anatomía femenina, preferiblemente desnudas, allí donde surgiese la ocasión; y complementó su economía con el trafico de drogas. Suspendió en matrimonio, paternidad y amistad. La peor parte de ese suspenso la llevo un maltrecho Anastasio, que le puso nota en la sala de urgencias de un hospital; varias costillas rotas, la nariz también, y fuertes contusiones en torso y cabeza. No volvieron a verse nunca más, aunque el trato con Pepa le traía el eco de sus hazañas, de cuando en cuando.
Después, Celia encontró nuevos besos con otro nombre, y Anastasio puso distancia de por medio; nada mejor para mejorar el nivel de inglés y de olvido, que tres años ejerciendo la docencia en Londres.

-          ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde entonces?   
-          ¡Cuántas vivencias también!
-          RIINNGGG, RIINNGGG, RIINNGGG




                                                    Una cita con el pasado.


El paisaje, se deslizaba ante sus ojos como un monótono fotograma a través de la ventana del vagón de ferrocarril; estaba aletargado, no pudo conciliar el sueño tras la llamada de Pepa, y tampoco tuvo demasiado tiempo para descansar organizando tan repentino viaje, apenas conseguía cabecear ligeramente en el asiento, apoyada la cabeza en la ventanilla. ¡Volvía, después de tantos años! Si bien mantuvo siempre contacto telefónico, además de aquellos regalos que llegaban en fechas concretas para su ahijada, y alguna carta o postal; no había vuelto más por aquella ciudad. Un año después de entrar en la universidad, su padre se jubiló y volvieron a Salamanca, su ciudad natal.

-          ¿Estarían muy cambiados, le verían cambiado a él?
 Una extraña congoja nerviosa se había apoderado de su ánimo desde ayer noche, una congoja que aumentaba al mismo ritmo que se reducía la distancia del encuentro con una parte de su pasado, y algunos de sus fantasmas.
-          Hola Pepa, estoy en la estación ¿Dónde debo ir?

El taxi circulaba por un paisaje que le era conocido, a pesar de los cambios lógicos con el transcurso de los años. ¡Allí estaba el viejo instituto, allí empezó todo! el Pub donde conoció a Celia, era un solar con el cartel publicitario de una promotora inmobiliaria, el parque seguía intacto, nada había cambiado. Cinco minutos después se encontraba abrazando a Pepa y a su ahijada Lujan, que se había convertido en una bonita adolescente.

-          ¡Qué preciosa señorita! Tiene sus ojos, y su misma sonrisa. ¿Dónde está, Pepa, donde está Ricardo?
-          Pasa, está allí dentro, yo prefiero esperarte aquí fuera con la niña.

¡Tras diez largos años, sólo aquella puerta, sólo aquel corto pasillo tras ella! Anastasio recorría esa distancia como intentando retroceder en el tiempo, al tiempo que se reducía la distancia que le separaba de su viejo amigo; ¡allí estaba, qué pálido, que demacrado! Una sensación de amarga tristeza se apoderó de él, unas lágrimas rebeldes corrieron por sus mejillas.

-          ¡Perdóname Ricardo, perdóname! Necesito salir.
-          ¿Cómo, cómo ocurrió Pepa; qué sucedió exactamente?
-          Por lo visto tras cenar en su local habitual, decidió tomar la última, ya sabes cómo era.  Entró en un club de alterne, estuvo bebiendo con una de las chicas y se vio envuelto en una pelea con dos chulos, uno de ellos llevaba un arma…todo sucedió muy rápido, apenas sufrió, eso dijeron los médicos. Anastasio debo decirte algo más, le encontraron esto en uno de los bolsillos.

Era un arrugado periódico con fecha del día anterior, y doblado justo por la sección de cultura. Bajo el titular, una foto de Anastasio; sonriente, recibiendo un premio, una foto salpicada… como si se hubiese mojado de alguna manera…

DOS AMIGOS.

                            
                              DOS AMIGOS.



                                              Un menú aburrido.

La bandeja de la cena, el mismo monólogo culinario de cada jueves:

-   Puré de patatas
-   Huevos fritos
-   Flan o fruta
-   Café y algo de televisión
-  Una o varias copas (dependiendo de la economía)

La vida de Ricardo era una continua monotonía con aires de menú polígonero. El futuro incierto, el abatimiento diario y la triste perspectiva de volver a la prisión de la que acababa de salir, eran el aderezo de una vida malograda.

Ricardo cogió el periódico por salir de la cárcel acristalada, en forma de televisor, y se dispuso a hojear las aburridas páginas del mismo; bah, las mismas chorradas con distinta fecha: actualidad nacional, artículos de opinión, la sección internacional, economía, cultura, deportes.
¡Un momento, ésa foto en la sección de cultura! Volvió a pasar las páginas hacia atrás.

Anastasio Manrique Garrido, joven promesa de la literatura.

El escritor ha sido galardonado, con el premio nacional nuevos autores, por su novela “Los ecos de un ayer tardío”. ¡Esa foto! era él, no cabía duda; ¿Cuánto tiempo había pasado; diez, doce años?
-          Qué paradojas tiene la vida, pensó con amargura; yo era el triunfador, la estrella, el más solicitado por las chicas, el as del futbol; yo era el simpático, quien tenía un brillante futuro en perspectiva… y él, él que era un apocado empollón, un embrión de pollito, más parco en palabras que el diálogo de una lapida… y míranos ahora, yo recién salido de la cárcel, y Tasio, recién salido en la sección cultural de un diario nacional.


Su mente retrocedió en el tiempo, un año, dos, cinco, diez…



                                            Aquellos maravillosos años.


 -  ¡Dejadle en paz!
Ricardo miró hacia el suelo; un cuerpo bastante vapuleado gimoteaba justo al lado de unas gafas pisoteadas y algunos libros esparcidos.
       -    Dame la mano hombre, y deja de gimotear; si esa panda de idiotas piensa que eres un debilucho, te van a hacer la vida imposible.
       -     ¡Gracias!, me llamo Anastasio, pero mis amigos me llaman Tasio; acabo de llegar a la                ciudad y empiezo el curso con una paliza de bienvenida. Esos bestias empezaron a insultarme y pegarme sin motivo, menos mal que llegaste tú.
      -      Esos cabronazos suelen recibir a todo el mundo igual, son una manada de zopencos; más te vale empezar a intentar hacerte respetar, o de lo contrario te van a dar de lo lindo tío. Me llamo Ricardo, y no tengo intención de pasarme el año haciendo de guardaespaldas de un “pijito con gafas”.

Sin embargo eso fue justo lo que terminó por ocurrir, Ricardo adoptó a Tasio durante los primeros meses del curso, se buscó un par de líos por él, y terminó por afianzarse un fuerte lazo de amistad entre ambos.
Tasio era un chico tímido, apocadillo; la clásica diana para cualquier gamberro con ganas de divertirse. Era también un ratoncito de biblioteca, buen estudiante, aunque sin destacar  en todas las asignaturas; sin embargo poseía una gran tenacidad  y se esforzaba al máximo, para aprobar con cierta dignidad aquellas asignaturas que se le resistían.

Ricardo era su antítesis; alto, musculoso, con predisposición a todo lo deportivo, y un apasionado futbolero; era también extrovertido, y muy inteligente. Ricardo conseguía sin apenas esfuerzo las mismas, o mejores calificaciones, que tanto sudor y lágrimas costaban a Tasio.
Pero de alguna manera, esas dos piezas tan distintas, encajaron perfectamente en un puzle de cómplice amistad.  
Los Sábados, corrían con el ansía aventurera de dos chavales de dieciséis años, explorando las noches de los recién comenzados años 80; y todo un mundo por descubrir a esa edad. Ricardo tenía cierto imán para las mujeres, y en cierta manera Tasio iba ligando a remolque de su amigo. Podía decirse, que Tasio era el vagón de carga de una locomotora llamada Ricardo, en casi todos los aspectos.

-          ¡Anímate hombre! Pareces un crío recién salido del traje de primera comunión, vaya cara que tienes; estás colorado como un pimiento morrón.

Tasio hacía verdaderos esfuerzos por contener la nausea que le subía desde la boca del estomago; no era buen bebedor y esas caladas del porro no ayudaban nada a su bienestar físico.
Las chicas que les habían invitado a fumar se destornillaban de risa mirando sus apurados esfuerzos por mantener el tipo; sonaba de fondo una canción de moda “Chica de ayer” del grupo Nacha Pop, y más cercano aquél extraño pitido que recorría su cabeza.

     -          ¿Estás bien?  Se te ve pálido.
Una de las chicas le miraba con cierta preocupación, la verdad es que le costaba trabajo mantener la vertical, todo empezaba a darle vueltas y no conseguía contener la nausea.

-          Me marcho a la calle a que me dé el aire, lo siento pero estoy muy mareado, creo que voy a vomitar aquí mismo.
Apenas le dio tiempo a llegar al interior de los servicios del Pub antes de descargar un torrente de vómito líquido en la taza del inodoro. Se acercó al lavabo, y como mejor pudo se lavó la cara y recompuso el pelo.

-          ¿Estás mejor Tasio? Anda, salgamos a la calle, yo también empiezo a estar cansada de éste ambiente.

¿Cómo se llamaba esa chica? Ah, sí, era Celia. Una morena llenita, la más callada del grupo de chicas que el ciclón Ricardo había arrastrado a su paso, por la noche de ese Pub.

-        ¿Seguro que no te molesta? No sé, me jodería fastidiarte la noche.
-        No seas bobo, si quisiera quedarme no estaría aquí contigo ahora, ni tampoco te hubiese propuesto salir juntos de aquí.
Y de ésta manera, empezó una nueva etapa en la vida de Tasio, la era de las novias; el nombre de esa etapa llevaba un solo nombre… Celia; y fue una larga etapa.

Ricardo por el contrario, pasó por el abecedario completo del grupo de amigas de Celia, y cuando se le acabaron los nombres en esa lista, siguió extendiendo sus estudios en el cuerpo de todas aquellas que caían en las redes de su abierta sonrisa, simpática caradura y el asiento trasero de su recién comprado coche de segunda mano. Coche que estrenó al tiempo que su mayoría de edad.

-          ¿Qué vas a hacer ahora tío?
-          ¡No sé, Tasio estoy acojonado! No sé cómo ha podido pasar, estábamos muy pedos, no pensamos en las consecuencias. Pero ya sabes cómo son mis padres, esto les va a cabrear mucho; se supone que tengo que ir a la universidad, pero… la verdad es que quiero a Pepa, es tan parecida a mí, tenemos muchas cosas en común.
-          Eso es lo que me acojona a mí, sois demasiado parecidos.
-          ¿Qué intentas decirme Tasio? Nunca hemos discutido, no me jodas.

Anastasio asistió como padrino a la boda de Pepa Y Ricardo, él y Celia asistieron también al bautizo de la niña de ambos, en calidad de padrinos. Ricardo dejó sus proyectos universitarios y abrió un Pub para ganarse la vida. Una vida que en cierta forma le recordaba a su época de soltería, solo fue cuestión de tiempo que tras cerrar su negocio decidiese “tomar la última” antes de volver a casa.

             Aquellos, no tan maravillosos años.


-          ¡Enhorabuena señor licenciado!
-          ¡Enhoramala señor divorciado!
-          ¡No me jodas Tasio!
-          Sí, sí te jodo Ricardo, estás tirando la vida por la alcantarilla; ¡mírate! trapicheas con drogas, has puesto los cuernos a Pepa hasta reventar tu matrimonio, bebes como un cosaco. Ya no tenemos quince años joder, eres un mierda que se va a la mierda a toda velocidad, con el hígado inflamado, las narices blancas y tú estúpida manía de pensar con la entrepierna en lugar del cerebro cada vez que se te pone una tía a tiro.

Todo sucedió demasiado rápido; sin saber cómo, su puño aterrizó justo en las narices de Tasio, que aturdido cayó al suelo, donde encogido encajó la lluvia de patadas, que con furia le propinó en el cuerpo y la cabeza.
El dueño del local donde hablaban le separó de su amigo caído en el suelo, con la ayuda de algunos clientes. Y de una manera muy parecida a como comenzó aquella amistad, terminó para siempre.
Tasio no le denunció, pero tampoco respondió a sus llamadas, poco después supo de su ruptura con Celia, y supo también que se marchaba a trabajar a Londres como profesor de filología hispánica, para mejorar su inglés y poner distancia entre la reciente separación con Celia.
Su vida por el contrario no cambió en nada, seguía con su Pub, sus excesos y sus trapicheos con drogas. Sus mañanas eran una eterna resaca y sus noches una continua juerga.
Hasta que por fin, una estúpida redada, dio con sus huesos en el juzgado y la cárcel, por tráfico y posesión de drogas, por supuesto perdió su negocio junto a su libertad.
Desde entonces su vida había sido un continuo entrar y salir de distintas prisiones, le costaba encontrar trabajo cuando estaba fuera; y cuando conseguía uno, le costaba muy poco perderlo de nuevo.
Casi siempre sin dinero, durmiendo a veces en cualquier lado, mendigando en ocasiones incluso; empezó a protagonizar pequeños hurtos en casas, o robos en las calles, a punta de navaja escondido entre las sombras de cualquier esquina, acechando a un confiado peatón, robando coches para moverse en la noche de sus juergas y robos.
En sus momentos lúcidos intentaba visitar a su hija, pero siempre encontraba una puerta cerrada y a Pepa amenazando con avisar a la policía.


                                      Un paseo al anochecer.


Sí, diez años, diez años entrando y saliendo de una celda; una vida desperdiciada, diluida entre litros de alcohol, perdida en continuas noches de juerga y malas decisiones.
¿Qué llevaba entre las manos? Ah, sí, aquel maldito periódico que tuvo la mala fortuna de encontrar en la barra del bar donde cenaba habitualmente
-           ¡Tasio, qué razón tenías amigo, perdóname todo!
       Vaya, las 11 de la noche, debería ir pensando en dormir, mañana empiezo a
       trabajar, aunque una última copa   no vendría mal.
      ¿No había dos calles más arriba un club de alterne? La verdad es que no viene    
       mal un revolcón para celebrar el trabajo.

Ricardo buscó en el bolsillo de su ajada chaqueta, aún tenía algunos cigarrillos; encendió uno, se subió el cuello, empezaba a hacer bastante frío, dio una profunda calada a su cigarrillo y exhaló el humo mezclado con el vaporcillo blanco de su aliento en el relente de la noche. Y en esa misma noche se perdió caminando hacia el calor del club de alterne, el frío de unos brazos de pago y el olvido que se esconde en el interior de una botella. 

miércoles, 8 de junio de 2011

¿CÓMO?

¿CÓMO?


¿Cómo se vive cuando pesa
más la vida que los huesos?
Cuando se espesa la sangre
y se diluyen las lágrimas.
¿Cómo se vive cuando eres
sombra de tú sombra?
Cuando el sol sale abrasador
en vez de tibio,
y te calcina los sueños.
¿Cómo se vive cuando la luna
marca el ciclo de una noche
vacía después de un día vacío?
Cuando un verso sale amargo
y un poema se llena de amargor.
¡Cuando deja de cantar el poeta!
¿Cómo se puede vivir?
Como se dice la última palabra
cuando nunca pronunciaste
la primera
cuando el hierro del silencio
te atenaza las entrañas
y te oprime los pulmones
¿Cómo se dice la última palabra?
¿Cómo se quebranta la ley
en el reino del silencio?
Como se dice la última palabra
cuando tienes alegre la tristeza
y triste la alegría.
¿Cómo se dice la última palabra
cuando nadie hay para escucharla?
¿Cómo canta el pájaro cuando
Se apoya en una rama rota?
Cuando el recuerdo de una caricia
te desgarra los recuerdos
¿Cómo recordarla?
Como olvidarla aunque
te desgarre los recuerdos

viernes, 3 de junio de 2011

LA ERA DE LAS MARMOTAS Y LOS NUEVOS NAPOLEONES.

Qué duda cabe de que tras varios años de nefastas gestiones por parte de distintos gobiernos basados en el populismo en lugar de los méritos personales, nuestra querida España se encuentra bajo mínimos a todos los niveles. Un país cuyos programas de máxima audiencia  suelen  ser del estilo del reality sowh con unas calidades culturales inexistentes y basadas en vender al detalle las miserias humanas, solo puede generar  como resultado más miseria humana.
Vivimos en la era de la marmota, de la mediocridad subvencionada, la era del populismo y la demagogia, una era en la que incluso la escuela del sofismo ha bajado al nivel de las cloacas.
Si bien es cierto que dicha era va acompañada por avances tecnológicos, no es menos cierto que tales avances suelen usarse con fines insanos. Un claro ejemplo es Internet, un inmenso espacio lleno de oportunidades, qué duda cabe; pero desgraciadamente plagado de enfermos o zombis semi-idiotizados que sin más talento que su anonimato y casi siempre su bajo calado cultural o intelectual, se permiten el lujo de intentar  hacer cátedra virtual, ese tipo de personajillos suelen ser mitómanos, personas que utilizan la red para construir una imagen magnificada de sí mismos, una imagen que nunca tiene nada que ver con la realidad de sus vidas, y desde esa mitomanía intentar cada segundo construir un espejo que les mienta para acrecentar un ego que no se corresponde con la realidad; desgraciadamente para los usuarios normales de la red, este magnífico espacio virtual está plagado de todo tipo de enfermos que de una forma u otra lo utilizan para dar rienda suelta a sus delirios. Desde luego no seré yo quien afirme que “hay que poner vallas al campo” eso jamás; sin embargo los usuarios debemos estar alerta ante las apariciones de este tipo de engendros, situarles justo en su contexto y hacer todo lo posible porque desaparezcan del espacio virtual; una de tantas maneras es ignorar sus comentarios o hacer caso omiso de sus provocaciones, ya que este tipo de personajillos se alimentan de las lecturas que reciben, de los conflictos que suelen crear y de una falsa aureola de poder estrafalario que a través de las consecuencias de su proceder suelen crearse.

 Todos tenemos en mente al clásico loco que mano en el pecho pasaba por Napoleón, sin embargo los locos se actualizan llegando incluso a apropiarse de la identidad de algún Revolucionario francés, más conocido por el terror y las muertes que sembró a su paso que por sus avances sociales, que se redujeron a poner de rabiosa actualidad el invento del Doctor Louis de Gillotin y usarlo a destajo. Aunque a diferencia del revolucionario personaje, que aunque extremadamente fanático, en el fondo era persona austera y con ciertos rasgos virtuosos, estos alunados Jacobinos del siglo XXI solo han heredado el fanatismo, aunque también podría ser que les traicione el subconsciente al identificarse con tan siniestro personaje histórico aunque fuese de manera virtual, o bien podría ser que la traición viniese de la mano de la ignorancia más supina; aunque en el caso de algunos personajillos cercanos es seguramente una peligrosa mezcla de ambas.

Los foros de opinión de cualquier tipo, suelen ser un campo de girasoles para ellos, llegan, se asientan y no permiten bajo ningún concepto que nada o nadie les aparte de sus objetivos, evidentemente cuanto más bajo sea el nivel de los usuarios más altas son las posibilidades de estos trolls informáticos, normalmente vagabundos esquizoides sin oficio, o beneficio que aportar, que no tienen otra cosa que hacer que machacar cada día a los pacientes usuarios con sus delirios psicóticos, llegando incluso a inventarse situaciones que no existen más allá de sus demenciales elucubraciones, asaltando la privacidad de terceros, cuestionándoles, difamando e injuriando sin motivos reales para hacerlo.

Sinceramente, más que poner vallas al campo  yo apostaría por instalar un servicio de psiquiatría para atajar los intentos y acciones alunadas de estos siniestros usuarios de la red.

Y por favor, si alguien atiende mi suplica vengan rápido yo conozco un par de casos terminales  en un pequeño foro de mi localidad, no tienen cura por supuesto, pero siempre pueden ingresarles en un centro adecuado.

jueves, 2 de junio de 2011

A TODA ESA GENTE, QUE CANTEN LOS POETAS.


Hoy quiero dejaros dos poemas de uno de mi últimos poemarios: EN EL CAMINO.
Un poemario que espero vea la luz en breve, uno de mis mejores trabajos, casi todo él 
está formado por poesía existencial, en clave de surrealismo con matices de poesía abstracta.
EN EL CAMINO, es un poemario que terminé hace algo más de un año; entre correcciones, nuevos contenidos y algunos cambios de última hora ha mejorado bastante en todo su contenido. Al estar registrada la propiedad intelectual quiero compartir previamente en este blog parte del mismo.
Un abrazo para todos.
Jesús De Castro.

A TODA ESA GENTE.

Tal vez, y sólo tal vez,
cuando no permanezcas ni en el recuerdo
de los gusanos que devoraron tu carne putrefacta,
permanezca vivo el eco de mis sentires.

Cuando cansado de arrastrarte por el mundo,
carcomido por tu veneno, desfallezcas,
vivirán mis pensamientos y emociones.

Puedes golpearme con la cobardía de tus injurias
y yo escupiré mi desprecio
sobre la mordaza de tus insidias.   
Atropéllame si lo deseas, me levantaré.
Ni al destierro puedes condenarme
ya que tus dominios no se extienden más allá
del cubil de las serpientes.

Tal vez, y sólo tal vez,
cuando no quede de ti ni el vestigio
de la ponzoña que sembraste
y tus huesos calcinados por los años, enmudezcan,
yo profanaré tu tumba, silente al fin,
con la huella de mis versos.





QUE CANTEN LOS POETAS.

Que canten los poetas, que no enmudezca su voz
y lleven siempre en su maleta de sueños, versos encendidos.
Que canten al sosiego de la tarde serena,
al fluir de las aguas cristalinas y el cortejo de los peces.

Que siempre caminen del brazo del fulgor misterioso
de la luna y sus luciérnagas estelares.
Que canten los poetas cada lágrima, cada beso enamorado,
y aquellos paseos melancólicos por el sendero de la soledad
cuando la sonrisa duerme en un rincón del alma.

Que no muera el eco de la voz de los poetas,
y su brisa embista aquellos farallones silentes
del murmullo cotidiano, donde muere la esperanza
acongojada y solitaria.
Que lancen su desprecio junto al tocador
donde suele maquillar la frivolidad
cada uno de sus gestos vacíos, disimulando
las arrugas que va sembrando en el alma.

¡Qué canten los poetas, sí!
Pues sólo ellos son capaces de gestar las palabras adecuadas
en su ritual de apareamiento con las musas.