Sin embargo parece (y lo demuestra la obstinada historia) que quienes tienden a ampararse en su pureza racial o ideológica, suelen hacerlo siempre desde la carencia absoluta del argumento, argumento que sustituyen por una extraña amalgama de consignas rebañeras que anulan con éxito demostrado la capacidad que deberíamos tener de pensar por nuestra cuenta. Supongo que en el fondo el populismo trasladado a cualquier ámbito es la receta de éxito del perfil mesiánico en sus diversas manifestaciones. Y que el enemigo común a todos los nuevos profetas es justo esa capacidad que anula las consignas y dogmas encaminados a enfervorizar a las masas, anulando su capacidad crítica. Está más que demostrado que es más sencillo anular en masa que individualmente, y a ese primer mandamiento de anulación es al que se aferran con mayor éxito aquellos vendedores de humo y fabricantes de miseria.
No importa el bagaje académico o la intelectualidad del individuo ya que sometidas estas al poder de la masa, quedan anuladas ante el brillo de los conceptos, que en una extraña metamorfosis alcanzan la condición de embrujo que anula todo lo demás y nos arrastra a comulgar con ruedas de molino, saboreando con un artificial éxtasis lo que no es más que una dura piedra que tales mesías pretenden colocar sobre nuestras espaldas para aliviar el peso de las suyas. El hombre es zoon politikón, pero obviamente el concepto ha degenerado demasiado desde la afirmación aristotélica.