sábado, 22 de junio de 2019


Primero aprendí a perder, porque no puedes conocer la victoria sin aprender antes la dignidad de la derrota. Un hombre ante todo se mide por sus enemigos, los amigos son un bien escaso y fluctúan.
Perdí la inocencia entre decepciones y  falsas expectativas. También la vida, poco a poco, día tras día, inhalación tras inhalación de un puñado de aire que llevarse a los pulmones; pero eso lo supe años después. En el fondo la vida es una derrota que se camina lentamente entre espejismos, tal vez entre copas tan vacías como tu mirada, frases hechas para salir del paso y alguna “cenicienta de saldo” para llegar a fin de mes sin contar las balas del tambor del revolver.
Si eres afortunado conocerás el desierto, en el aprendes a sobrevivir a la adversidad. No hay agua allí, los días abrasan la piel y las noches te hielan los recuerdos. . De esa manera llegan las revelaciones que se hunden sobre tu pasado igual que tus pies sobre la arena ardiente que pisas, la boca seca y los labios agrietados te impelen a buscar otro horizonte. Si miras hacia atrás, solamente veras soledad en las huellas de tu camino, pero debes evitarlo o te convertirás en otra estatua de sal con vistas al pasado. 
Entonces y solo entonces    conoces la trinidad de la transformación, te elevas en cada duna que debes salvar antes de llegar a tierra de nadie. No, no existe otra tierra prometida que aquella que cubrirá tu último descanso ¡desengáñate! Tampoco existen paraísos perdidos más allá de la literatura pasada de moda. Pero puedes aprender a buscar silencio en medio del Pandemónium y encargar tu cruz en Ikea, tarde o temprano la usaras. Al final todos prefieren a Barrabas

domingo, 2 de junio de 2019



En el séptimo día Dios comprendió que la creación se escapaba de sus manos y se tomó un respiro. Entonces llegó el día octavo, Karl Marx heredó la tierra y sus hijos crearon la aurora visceral en el siglo XXI. Rompieron las tablas de la ley para adorar al nuevo becerro de oro: El Estado. Allí, en medio de una vorágine de gritos y silencios Caín se alzaba con un micrófono en la mano derecha y un acta de diputado en la mano izquierda prometiendo solemnemente seguir asesinando a su hermano, su guardia pretoriana custodiaba una bolsa con treinta monedas de plata oxidadas y las correas que sujetaban a los perros de la guerra.
El mundo comenzó a ser feo. Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania violadas a diario en horario de máxima audiencia, Apolo sodomizado el día del orgullo gay. David huyó avergonzado cuando intentaron colocarle bóxers y  turbante.
Rómulo y Remo son amamantados por una burra en el Vaticano, la loba pasa su jubilación en un parque natural de productos reciclados con dieta de lechuga.
El populacho danzaba ebrio de ideología, semidesnudo y hambriento en una parodia de civilización alrededor de los viejos cimientos.
¡Qué arda Troya gritaban los nuevos tiranos! ¡Qué arda Troya!
Y Troya ardía por sus cuatro costados.