miércoles, 30 de marzo de 2011

LA CASA.

                               LA CASA.

Siempre estuvo allí, en aquella colina ahora salpicada de vallas de madera, jardines y casas coloniales.
Algunos vecinos comentan que tras sus paredes se esconden sangrientos misterios, desapariciones, leyendas con un poso de realidad; comentan también que en noches de plenilunio la estructura parece cobrar vida, que se escuchan lamentos con sabor metálico, como si las voces pérdidas en su interior arrastrasen cadenas y castigos. Anatemas confusos y un incierto resplandor malévolo conjuntan el pintoresco cuadro salpicado de matices ante las miradas aviesas que parecen emanar de las ventanas y galerías de la vieja casona.

Los transeúntes caminan por su acera, huidizos, sigilosos, como quien teme despertar una pesadilla con su sola presencia, aunque fuese por instantes.
Hará dos años aproximadamente, fue alquilada por un pintoresco personaje, discreto, extravagante, que solía pasar las noches despierto sobre una mecedora del porche con pliegos de papel y pergamino enrollados y huellas de un antiguo lacrado sustituido por cordeles para anudar; dicen que recitaba en extrañas lenguas el contenido de dichos pergaminos, que sus ojos brillaban en la oscuridad como si de dos pérfidos candiles se tratase, taciturnos, en apagados destellos, pálidos al igual que un sudario que envuelve muerte y desconcierto. Al amanecer recogía sus pliegos y extenuado se retiraba al interior, cerraba cada ventana, corría los pesados y tupidos cortinones; de ésta manera pasó un año, noche tras noche, amanecer tras amanecer, hasta que un día sencillamente desapareció sin dejar rastro o recado alguno.

Dicen que durante ese extraño año, incluso el aire se volvió más denso, como si de un lugar cerrado durante siglos se tratase, extrañas neblinas rodeaban el contorno cada anochecer, despidiéndose en leves y perezoso jirones ante los primeros rayos de sol.
Aullidos de coyote, risas de hiena que helaban la sangre con sus ecos, conjuntaban el extraño recital nocturno de aquel vecino desaparecido. Nadie se preocupó demasiado tras su desaparición; para ser sincero todos respiraron aliviados en su ausencia.
Ahora se comenta que sigue allí, de alguna manera no se marchó, dicen que dispersa su manifestación física, pasó a formar parte de la esencia maligna de la vieja casona; que puede percibirse de nuevo el eco de aquellos cantos malditos, dicen que vuelven a escucharse los aullidos y las risas cada plenilunio mientras la mecedora se mueve en el porche, como si tuviese vida propia. Los vecinos tienen miedo, sienten autentico terror.

Yo tengo alquilada una casita en la colina, circundante a la vieja casona, la utilizo para pasar largas temporadas de reflexión y trabajo; me gusta escribir, soy un apasionado poeta y un incansable peregrino en busca del conocimiento, de la verdad, de la esencia subyacente en cada misterio. Tal vez, mi espíritu intelectual me predispone de antemano aislándome así   de los murmullos y la mitología vecinal, de sus miedos provincianos.

Sin embargo debo reconocer que la leyenda me atrae, he pedido permiso para entrar en el interior de la casona e indagar en sus misterios, me muero de impaciencia por recorrer cada rincón, buscar en cada estante y respirar el embrujo y misticismo maligno que envuelve la propiedad adyacente a la mía; hoy por fin me fue concedido el permiso y una llave maestra para acceder a tanto misterio. Hoy precisamente es plenilunio, la primera noche del ciclo, a través de ella me adentraré escrudiñando cada misterio incierto; una extraña bruma comienza a invadir el entorno de mi casita y la casona que me alojará como huésped en breves horas; cae sobre el paisaje a jirones, como pequeños copos de niebla que buscasen un acceso cómplice entre ambas propiedades.

De alguna extraña manera, casi rozando lo extrasensorial, siento que la casona y sus misterios me tienden una alfombra roja; estoy seguro, ésta es la noche perfecta, empiezo a percibir extraños aullidos, risas y voces lejanas; curiosamente cuanto más me acerco a la casa, más irreal se torna ante mis sentidos lo que hasta hace pocos minutos tenia por palpable, por cierto, por indiscutible, una música lejana se acerca a mis oídos con matices de aquelarre; ¡qué curioso, juraría que no he sacado aún la llave del bolsillo, sin embargo  la puerta está abierta ante mí! siento un extraño escalofrío recorriéndome, el pomo de la puerta late entre mis dedos, como sí tuviese vida propia. Deben ser mis nervios y emociones ante tal situación, mañana tal vez pueda contarles mi propia experiencia, presiento que la noche será larga y agotadora; buenas noches para ustedes, la mía acaba de comenzar.

viernes, 25 de marzo de 2011

A TODA ESA GENTUZA

 A todas esas garrapatas sociales y sus enjambres serviles que parasitan del sudor ajeno, ajenos ellos también a la miseria que causa su ambición desmedida y su mediocridad encumbrada, sin más merito que el del charlatán iletrado, con vocación de chorizo y acta de descarado. En definitiva a los payasos que custodiados por leones en el exterior, hacen la vida imposible en esa pista de circo sita en San Jerónimo.  

Podéis seguir jugando a ser unos diosecillos malévolos, a enriqueceros sembrando miseria y desesperanza, podéis vivir cómodamente instalados en vuestros lujosos ombligos de diseño;
pero recordad que no hay hombre más peligroso que aquel que siente  que ya no tiene nada que perder, y nosotros, aquel pueblo que despreciáis, aquel pueblo a quien engañáis , aquellos que sufrimos la pisada diaria de vuestras botas inclementes y obscenas, nosotros somos más, siempre seremos más, y cada vez estamos más cansados, cada día nos sentimos más asqueados. Quizás algún día, quizás y solo quizás, seréis vosotros quienes terminéis por sentir  en vuestras carnes la ira justificada de un pueblo orgulloso, un pueblo adormecido aún, pero un pueblo que a lo largo de la historia ha despertado al grito de Guerra en distintas ocasiones, demostrando la bravura de su linaje. Ese día temblareis serpientes.
Viva siempre España, Arriba España.
El más encarnizado enemigo de la nación española ha sido siempre su casta política. Todos los españoles tienen el reconocido derecho y deber constitucional de defender  su Patria con las armas si fuese necesario.

SIERPES DE DISEÑO.

En aquella encrucijada donde el camino
bifurca en sofisma y demagogia,
aguardan los siniestros asesinos;
con sus armas enfundadas en cortinas de humo.

Sibilinos y bífidos reptantes, con la voracidad
del carroñero que devora el bienestar ajeno
hasta pulir el hueso.

Sierpes que mudan sus pieles de diseño
al tiempo que aovan pesadillas,
y alimentan a su prole en nidos humildes
vaciando la despensa del sudor.

Sofisticados papagayos.
Ecos repetitivos de palabras vacías.
Ladrones de almas y caudales
que esgrimen la injusticia a mano armada

con acta de descarado y vocación de chorizo.


¡REVOLUCIÓN!
Sudor bañando los años
Espaldas encorvadas del tiempo
Manos callosas gritando lamentos,
A ombligos sordos y futuros
Inciertos.
¿Pero…quién clama así?
¡Somos nosotros, el pueblo!
El pueblo que nunca ha triunfado
El pueblo, siempre oprimido
El mismo que sigue penado
A injusticias y delitos.
Duros como la piedra
Agotados como suspiros
Numerosos como la hiedra
Que puebla los muros fríos.
Somos siembra quebrada,
De nuestro fruto proscritos.
Aquellos que siempre pagan
Jornales a los malditos.
¡Pueblo levántate y anda,
Ocupa tu sitio!
Que yo te juro que pueblo
Y patria son lo mismo.
El grito de libertad, muere
En nosotros callando.
¡Pueblo levántate, España
Te está esperando!


TIERRA INMORTAL. 
¡España, patria mía!
Tierra de mi corazón
Es tu sangre mi bandera
Junto al oro de tu sol.

Son tus olivos pendones
Y tu historia es esplendor.
Y el latir de corazones
Es tu himno de nación.

¡España, patria mía!
Soy tu hijo y tu vigía,
Soy tu sangre y tu dolor,
Soy orgullo y soy tristeza,
Soy tu alma, soy tu honor.

Cuna de mis antepasados,
De tus guerreros, canción.
Lágrimas por tus bastardos
Tristeza ante su traición,
Piel de toro estremecida
Por discursos de felón.

Sardanas lleva tu sangre
Flamenco tu corazón,
Pasodobles, muñeiras, fandangos,
Toreros que bailan,
Con la muerte bajo el sol.
Eres vino, y eres copla,
Y tricornios de charol
Y hasta el viento que te adorna
Lleva el orgullo español.

¡España, patria mía!
Sueño de mi ilusión.
Soy tu hijo y tu vigía.
¡Madre mía! soy español.

martes, 22 de marzo de 2011

Eduardo, con un día de retraso, feliz día de la poesía.

Ayer fue el día internacional de la poesía, por circunstancias ajenas a mí, no pude ni supe expresar mi sentir.
Con un día de retraso quiero regalar a quien no sólo es un amigo, si no, casi un hermano, un ser humano en toda la extensión de la palabra, alguien con una calidad humana increíble.
Mi amigo se llama Eduardo Blázquez Mateos, mil gracias amigo, por ser, por estar a mi lado, por animarme siempre, por apoyarme, por creer en mí. Si hoy dejo este poema es porque tú estuviste a mi lado cuando comencé, si ayer escribí un relato corto es por las mismas razones, esta elegía forma parte de mi cuarto poemario: A CONTRALUZ.
Allá, en lo más profundo del destino caprichoso, donde quiera que me encuentre o te encuentres tú, te quiero amigo mío. Quiero regalarte y dedicarte especialmente esta elegía a Federico García Lorca, un poeta que nos une entre tantas otras cosas. Un hombre que tuvo la desgracia de vivir y morir en unos trágicos y fratricidas años. Su delito, el de tantos otros seres inocentes, que son casi siempre las primeras víctimas de cada guerra, no pertenecer a ningún bando y atreverse a decir lo que pensaba, a vivir acorde con sus principios y estar por encima de mezquindades y envidias.
Un gran abrazo Eduardo, de todo corazón.

 A FEDERICO GARCÍA LORCA.


Poeta de grana y oro
Perdido entre olivares
¡La luna llora la ausencia
De tus gitanos cantares!
Granada se viste de luto,
Te lloran los inmortales.
¿Quién violentó en tu pecho
El carmesí de tu sangre?
Te cantará nanas Selene
Allí donde te encontrares.
Y saldrán a buscarte
Toreros, ¡A las cinco de la tarde!
¡Tanto verso perdido!
¡Tanto genio malogrado!
Por versos de odio encendido,
Entre plomo y fuego derramados.

A mi amigo Eduardo, por tantas cosas que nos unen.

lunes, 21 de marzo de 2011

LAS MISMAS HIENAS CON DISTINTA RISA

La candidata a ocupar el cargo de presidenta de Nuevas Generaciones del PP se ha presentado públicamente como defensora del aborto.

¿Ésta es la maravillosa alternativa a la decrepitud de valores sociales actual?
¿Éstos son los salvadores de la Patria?
Señores del PPI, es decir: Puñetero Partido Impopular; les va a votar a ustedes su señora madre.
Cuando una sociedad demuestra todo su hedor, malevolencia, decrepitud y total abandono de la verdad, la honradez, cierta forma de justicia social, cuando rechaza todo sentido común para adaptarse a las circunstancias y enriquecerse en cualquier circunstancia; esa sociedad es sencillamente un triste espectáculo de circo mediático.
Cuando una sociedad es sencillamente un triste espectáculo de circo es mejor desentenderse de ella, es preferible pasar por loco antes que ser un malévolo payaso circense, o lo que es peor aún, un ingenuo payaso circense.

UNA SOCIEDAD QUE ASESINA A SUS HIJOS, NACIDOS O POR NACER ES UNA SOCIEDAD EN ESTADO DE DEFUNCIÓN.

NO NATO

Yo quise nacer, y no pude.
Quise nacer en el vientre
De una madre que tuvo madre
Que le dio la oportunidad
De vivir.
Soy el llanto de un niño
Asesinado que ya no podrá
Llorar, esperando
El consuelo de un abrazo maternal.
Condenado a perpetuidad al frío
De la muerte,
Sin recibir más calor que el fuego
De la incineradora que quemó
El cuerpo del delito.
Mi pobre cuerpecito abrasado
Por las llamas de la incineradora
Social de la injusticia.
¡Culpable! Dijo la sociedad,
¡Culpable! Repitieron mis papás.
¿Culpable? ¿De qué?
No tuve palabras para defenderme,
Ni abogado, ni oportunidad.
Morí antes de nacer.

domingo, 20 de marzo de 2011

QUE CANTEN LOS POETAS

A mi amigo Mario Pérez Antolín con todo mi afecto, por tantas cosas que nos unen,
no dejes de cantar.

QUE CANTEN LOS POETAS.
Que canten los poetas, que no enmudezca su voz
y lleven siempre en su maleta de sueños, versos encendidos.
Que canten al sosiego de la tarde serena,
al fluir de las aguas cristalinas y el cortejo de los peces.

Que siempre caminen del brazo del fulgor misterioso
de la luna y sus luciérnagas estelares.
Que canten los poetas cada lágrima, cada beso enamorado,
y aquellos paseos melancólicos por el sendero de la soledad
cuando la sonrisa duerme en un rincón del alma.

Que no muera el eco de la voz de los poetas,
y su brisa embista aquellos farallones silentes
del murmullo cotidiano, donde muere la esperanza
acongojada y solitaria.
Que lancen su desprecio junto al tocador
donde suele maquillar la frivolidad
cada uno de sus gestos vacíos, disimulando
las arrugas que va sembrando en el alma.

¡Qué canten los poetas, sí!
Pues sólo ellos son capaces de gestar las palabras adecuadas
en su ritual de apareamiento con las musas.

HISTORIA DE ROGELIO.

HISTORIA DE ROGELIO.
Un Relato Corto
(Tan corto, como su infeliz protagonista)

Rogelio era un hombrecillo mediocre e ignorante, mezquino; una medianía en todos los aspectos de su vida, y de su carácter; un hombrecillo frustrado que por alguna extraña razón parecía estar encantado de haberse conocido. Rogelio había pasado toda su vida odiando en los demás, todo aquello qué él pensaba merecer y se le negaba; era tal la ceguera qué le anegaba, tal su resentimiento envidioso; que era incapaz de darse cuenta del simple hecho; de la sencilla realidad de su propia vida. Rogelio poseía dos bonitas casas, una en la ciudad y otra en el campo; económicamente no era rico, pero tampoco era pobre; aunque no fuese la suya una existencia de lujos, tenía lo necesario y algo más, para vivir con dignidad desahogada. Podía decirse de nuestro Rogelio qué tenía “calidad de vida”, si su insensatez avariciosa le permitiese darse cuenta de la realidad. La vida había sido dura con él, como podría haberlo sido con cualquier otra persona de clase media trabajadora, y también más generosa que con otros en sus mismas circunstancias; pero el fanatismo ignorante y la envidia, forman una mezcla peligrosa, y en ese aspecto nuestro amigo Rogelio era un Cóctel Molotov.
Rogelio había defraudado a su manera todo lo posible, llegando incluso a lo delictivo para conseguir dinero extra; desde algo tan execrable como cultivar plantas de marihuana para lucrarse con los beneficios de su venta, pasando por trabajar al mismo tiempo qué percibía el subsidio por desempleo temporal; a sabiendas del perjuicio
que el uso fraudulento de las garantías sociales causa a la sociedad, o incluso comprar objetos robados.
Curiosamente él jamás pensó estar haciendo algo malo, eran simplemente unas de tantas formas en que “un pobre trabajador podía ganarse el sustento”, jamás sintió la necesidad de excusarse ante nadie, y menos aún, ante su propia conciencia. Un comportamiento que dejaba mucho que desear, y desde luego un ejercicio de hipocresía farisea, más que deleznable en alguien que se llenaba la boca con palabras de las que no conocía apenas el significado: Honradez, Dignidad, Libertad o Tolerancia.
Lo cierto es que el pobre Rogelio destilaba mezquindad y bebía en exceso; además de ser una continua excusa, una interminable apología de sus malogrados intentos; todo era justificable “a su entender”, todo lo que él hacía, decía o pensaba; por supuesto nunca tuvo o hizo intención alguna de aplicar la misma vara de medir en sus semejantes.
Nuestro amigo Rogelio sentía, (aunque sin saber porqué motivo) un odio visceral hacia todo aquello que oliese a iglesia o clero; la poca lucidez de su cerebro relajado no le permitía mucho más qué… “la lorica repetición de rancias consignas”.
Un comportamiento típico del sectarismo suele ser el de descargar las frustraciones propias contra aquello que se desconoce o se envidia; la desfachatez iletrada es la mejor universidad de la intransigencia, y el pobre Rogelio siempre fue un alumno aplicado en dichas asignaturas.
Nacido en el seno de una familia humilde, había trabajado duro desde su precoz adolescencia, al igual que tantos en sus mismas circunstancias, igual que sus propios hermanos o casi todos los vecinos de su municipio. Pero nuestro amigo Rogelio, “tan solidario y sentido”, tenía una amplia conciencia social que empezaba y terminaba justo en su propio ombligo, y la verdad, nunca tuvo demasiados escrúpulos.
Era también una persona tozuda, fruto en parte de su carácter, pero también de su cortedad de luces; intentar, no solo razonar con él; si no, simplemente mantener una conversación sensata, inteligente, o educada; era un imposible, cómo intentar coger
“la luna, saltando”.
Los años pasaron por quien nunca fue más qué un niño; un niño, en la actualidad, de pelo blanco; un niño malo y resentido con la vida, un niño ya jubilado por su edad, y frustrado por sus propias suspicacias, un niño amargado; envenenado su interior por su siempre correosa envidia, hacia lo ajeno.
Un infeliz, que morirá sin saborear la placidez que disfrutan aquellos que dan gracias, y viven conformes con aquello que les ha tocado en suerte. Nuestro amigo nunca fue demasiado aficionado a la cultura, y como consecuencia de su propia ignorancia jamás llegó a conocer esa cita tan sabia como sencilla:
“NO ES MÁS FELIZ QUIEN MÁS TIENE, SI NO, QUIEN MENOS NECESITA”
Moraleja: El ignorante, al igual que el cornudo, es la última persona en enterarse de su desgracia.

EN EL INTERIOR DE NUESTRAS BOCAS.

EN EL INTERIOR DE NUESTRAS BOCAS.
Sutil como un perfume
Me va llegando tu aliento
Y yo no sé como siento
Al pensar en tus virtudes.
Acerco temblorosas,
Dos promesas a tus labios
Lavando mis desengaños
En el agua de tus rosas.
Me muero en tus coralinos
Que me aguardan entreabiertos
Sellando hermosos misterios
En los más hondos sentidos.
Yo no sé si apresarte
O sentirme prisionero;
Mil más quisiera darte
Si aceptas éste primero.
Yo quiero morir en tu boca
Y vivir en tu interior,
Posar mi lengua en tu lengua
Y comer de tu sabor.
Me pierdo despierto entre nubes
Acaricio sueños encordelados,
Hasta mí llegó tu perfume,
Querida me doy por besado.
Quisiera escribir mil caricias
Y acercarlas a tu oído,
Esculpirte una sonrisa
Y arrancarte mil gemidos.
Empieza a faltarme el genio
Agotado entre suspiros,
Mas quiero acabar éste beso
Y mandártelo encendido.
No, no lo apagues en tu boca,
Deja que construya nido,
Que recorra tus rincones
Y duerma junto a tu alcoba.
Éste beso Inés, es mío,
Que duerma en tus almohadones.
No le riñas por travieso,
Que no es esa la intención.
Deja que en tus sueños
Recorra la habitación,
Que te arrope con su aliento
Y te guarde con su amor.
Al despertar en la mañana
Se acercará a tu sonrisa
Para dejarla sellada
Con húmedas caricias.
Cuídalo,

dale ternura No pienses si es locura
Que despierta el corazón,
Que es mejor vivir por besos
Que morir de desazón.
Ya no sé si ser poeta
Y escribirte mil delicias
O ser de tu boca inquieta
La más dulce caricia.
Tal vez esta poesía
Te pueda saber a poca,
Repitamos cada día
En el interior de nuestras bocas

viernes, 11 de marzo de 2011

ROJO Y NEGRO.

ROJO Y NEGRO.


El día amaneció como un sangriento sudario, entre lamentos confusión y olor aún a pólvora y sangre.
La entrada al pueblecito era una mezcla heterogénea de trincheras, pozos de vigía, barricadas improvisadas, cadáveres, soldados y civiles malheridos; rastros de sangre conducían a un improvisado hospital de campaña donde se intentaba clasificar a quienes podrían sobrevivir a sus heridas y quienes formarían parte de la siniestra lista de caídos. Algunos vecinos, aterrados y confusos buscaban en aquella macabra miscelánea con la esperanza de encontrar a sus seres queridos.


UNAS HORAS ANTES DEL COMBATE.

Ernesto montaba guardia esa tarde, vigilaba inquieto aquella tierra de nadie que le separaba del lado rojo, donde estaba ubicado aquel pueblecito que por alguna paradoja del destino estaba considerado como un enclave de vital importancia militar.

-          ¡Alto, quien va!
-          España Ernesto, vengo a traer tu relevo.
-          Sin novedad en el puesto.
-          Bien, en unas horas, entraremos allí, ¿estás nervioso Ernesto?
-          Llevo dos años combatiendo mi alférez, es una batalla más.
-          ¿Una batalla más? Pensaba que tal vez, a causa de las circunstancias te sentirías algo inquieto amigo.
-          Sabes que no puedo permitirme ese lujo Juan, ni tú tampoco, no podemos y ni debemos consentir que nuestros afectos se interpongan, el objetivo es importante. ¿Sabes algo ya?
-          Tienes razón Ernesto amigo, el objetivo es importante, anda ve a descansar, tu petición está concedida, entrarás conmigo en la primera línea de ataque.
-          ¡Gracias Juan! ¿Da su permiso para retirarme mi alférez?
-          Retírese.

Ernesto se había enrolado en una bandera de Falange pocos meses después de estallar la guerra. Su padre había caído en las primeras sacas, no era persona de convicciones políticas, pero sí un hombre de arraigadas creencias religiosas, ése fue su delito y la causa de su muerte. Tras enterrarlo, cogió sus cuatro cosas y tras despedirse de su madre buscó la manera de pasarse al bando nacional y enrolarse bajo una bandera de Falange.

  EN EL LADO ROJO.

Joaquín estaba de guardia esa noche, la oscuridad le ponía nervioso, las guardias eran más difíciles, intentando escrutar entre aquella bruma oscura, atento al menor movimiento para dar la alarma al tiempo que defendía su puesto de vigilancia.
¿A quién se le ocurriría la absurda idea de declarar este cerro como enclave de vital importancia militar?
Llevaban meses intercambiando disparos y pequeñas escaramuzas con el enemigo, casi se había convertido en una rutina para ambos lados; Joaquín lió un cigarrillo con tranquilidad, no parecía que ésta guardia fuese muy diferente de tantas otras en las últimas semanas; se sentó tranquilamente para saborear el cigarrillo y descansar un poco la vista y la tensión que solían producirle éstas vigilias nocturnas.

-          ¡Alto, quien va!

Apenas le dio tiempo a intentar dar el alto y disparar a bocajarro antes de sentir el frío acero de una bayoneta atravesando su pecho, todo comenzó a darle vueltas, sus piernas se negaban a sostenerle, notó en su boca el amargo sabor de su propia sangre
y cayó al suelo.

UNAS HORA DESPUÉS DEL COMBATE.

El sol iluminaba la dantesca escena cómo intentando burlarse con su luz de aquellos lamentos y jirones de niebla matutina que se resistían a abandonar el amanecer.
Un amanecer de victorias, pérdidas y tristezas; el bando nacional por fin había logrado tomar el enclave pagando un alto precio en sangre por su victoria.
Algunos cientos de soldados y milicianos enemigos se sentaban, rodeados y desarmados entre aquel extraño desorden, sus miradas perdidas, sucias, confusas y derrotadas contemplaban aquel sangriento panorama.
La peor parte la llevaron los primeros puestos de vigilancia que sufrieron el asalto inesperado de las tropas regulares del ejército y una bandera de voluntarios de Falange Española. Allí no quedaba nada vivo, incluso la esperanza había huido de aquel siniestro rincón del paisaje castellano, una trinchera más del inmenso campo de batalla en que se había convertido España; una España enfrentada, y rotas sus esperanzas y sueños por la mala gestión de unos gobernantes y políticos que en lugar de buscar el bienestar común desataron una feroz guerra fratricida.  

Justo en la entrada, donde más duros resultaron ser los combates se veía una imagen espacialmente desoladora; un joven alférez provisional intentaba consolar a una anciana mujer que gritaba y lloraba desconsolada abrazada a los cadáveres de dos jóvenes que yacían juntos en la muerte: un miliciano del P.O.U.M con el pecho atravesado por una bayoneta y un falangista a su lado con el cuello destrozado por un disparo efectuado a bocajarro. Joaquín y Ernesto, ambos primos de Juan, el joven alférez provisional que abrazado a su tía contemplaba derrotado los cadáveres de aquellos hermanos a los que la guerra separó para volver a unir la noche que estaban destinados a matarse mutuamente sin reconocerse en la oscuridad y el fragor de la batalla.

Pero sé que si me matan,
de la tierra en que yo muera   
se alzará como una espiga
roja y negra,
con la pólvora y la sangre
mi bandera.  (Fragmento de la canción del falangista)

miércoles, 2 de marzo de 2011

HISTORIA DE UN DÍA DE LLUVIA.



Llovía; los cristales parecían un mapa fluvial con aquellos chorros deslizándose y formando caprichosos cauces hasta el final del cerco de las ventanas. Javier contemplaba desde el otro lado el fragmento de paisaje que le ofrecía aquella pequeña pantalla acristalada con bordes de blanco aluminio. Como un cuadro se perfilaba la montaña a través de sus cristales entre agua y nubes, y en el interior crepitaban troncos en su acogedora chimenea encendida.
Un día gris, pensó, un día para acomodarse plácidamente en su butaca, al lado de aquel fuego benefactor que templaba el interior de su casa. Tal vez podría aprovechar para empezar a leer aquel libro que le regalaron hace unas semanas, por su cumpleaños.
Javier era escritor aunque llevaba unos meses sin escribir apenas unas líneas; parecía que su imaginación había decidido coger vacaciones largas. No estaba preocupado, no era la primera  vez que Javier se sentía falto de inspiración y, cuando menos lo esperaba, el pequeño genio se desperezaba y terminaba por aparecer con su maleta de viaje llena de nuevas ideas, impetuosa como una brisa repentina que todo lo envuelve a su paso. Miró de reojo su ordenador portátil que parecía esperarle sin demasiadas expectativas; era lógico pues últimamente lo cogía para comprobar su correo, chatear con alguna amistad y poco más.
Se acercó a la estantería en busca del libro que curiosamente no parecía estar donde recordaba haberlo colocado; buscando entre los anaqueles encontró una vieja fotografía que mostraba dos caras sonrientes, dos cuerpos abrazados bajo otro día gris muy parecido a éste.
Sus recuerdos volaron hasta aquel momento, apenas a pocos kilómetros bajando el sendero que unía la casa de Javier con la carretera que a su vez llevaba al pequeño pueblo. Él paseaba a su perro todos los días por ese sendero hasta el mirador, donde se sentaba al lado de una fuente de agua fría y cristalina a fumar un cigarrillo mientras Pancho corría a sus anchas por el verde paraje ladrando a todo lo que se le ocurría.  

-          ¿Perdona, podrías hacerme una foto?
Javier levantó la cabeza y lo primero que vio fueron sus ojos almendrados bajo una cascada de pelo negro.
-          ¿Te importa hacerme una foto?
-          No, por supuesto que no, ¿dónde tienes pensado colocarte?.
-          ¡Es todo tan bonito, cualquier sitio es perfecto aquí!, ¿estás de paso también?.
-          No, yo vivo en una cabaña de madera un par de kilómetros más arriba, por cierto me llamo Javier-
-          Hola, Javier, yo me llamo Laura, encantada; aquel perro tan gruñón es tuyo, supongo.
-          Pancho no es gruñón, sólo que le gusta saludar el día a su manera; los perros se comunican a través de sus ladridos entre otros tipos de lenguaje que posiblemente tendrán.
-          Bueno, Javier, ya que conoces esto mejor que yo, ¿dónde me recomiendas hacer la foto?
Sin saber exactamente cómo, una foto dio lugar a otra, y después a otra; separados y juntos aprovechando una piedra alta que hizo las veces de trípode para sujetar la cámara.
-          ¡Anda, cógeme, no seas tonto!, esta es una foto de amigos recientes.
Antes de darse cuenta, Javier se vio abrazado por una sonriente Laura con la mejilla pegada a su cara.

-          Di patata-  -café-
-          ¿Cómo dices?, perdona Laura,  digo que si te apetece un café, empieza a llover; yo vivo aquí al lado, ¿no querrás que Pancho pille una pulmonía por nuestra culpa?.
Laura había salido de su casa sin destino concreto, sin rutas trazadas.
-          quiero que me sorprenda el destino, sabes; este es un viaje en busca del destino aprovechando mis vacaciones.    

Tras dos tazas de humeante café Laura empezó a comentarle su teoría sobre el destino escondido tras los días aburridos de una chica de ciudad que necesitaba algo de emoción en su vida, vida que transcurría en una silla fría, de un frío buró en un edificio de carácter oficial.
-          Ya ves, soy una aburridísima funcionaria pública, y no me hagas chistes facilones vale, púbica es la broma más frecuente.  ¿y tú, a qué te dedicas?
-          Soy escritor, o al menos eso intento.
-          Vaya, escritor…oficio arriesgado e interesante. ¿Me dejas leer algo tuyo? Y ya puestos, si quieres, puedes descargar en tu portátil las fotos que nos hicimos.
Esa chica era un ciclón de espontaneidad, todo lo revolvía al instante; sin saber cómo, se quedó a comer, a cenar, a dormir, y dos semanas enteras. Javier estaba encantado; parecían complementarse, ya que el ciclón de espontánea simpatía llamado Laura conseguía sacarle de sus etapas de melancólica languidez, y la muy canalla no sólo había conseguido captar toda su atención y unos sentimientos mezcla de simpatía, amistad y algo sospechosamente parecido al amor, sino que además le había birlado el cariño de su fiel perro Pancho.
Pero todas las vacaciones terminan, incluso las de Laura que esa mañana neblinosa y húmeda compartía una mirada triste y café con Javier.
-          Supongo que te toca devolverme la visita, Javier; un poco de ciudad tampoco va a matarte y hay un parque cerca para que Pancho corra y ladre, ¡no se te ocurra venir sin Pancho, celoso! Sois ahora los hombres de mi vida…bueno, el hombre y el perro de mi vida.
-          Ten cuidado al bajar el puerto, hay mucha niebla y seguramente la carretera está resbaladiza por la humedad; llama cuando llegues, Laura.


El día siguiente amaneció soleado y frío, así que Javier aprovechó para bajar al pueblo a reponer la despensa y acercar a Pancho al veterinario, parecía tener molestias en una oreja.

-          Bueno, Javier, esto ya está; es una pequeña otitis que pasará enseguida con este tratamiento, pancho estará como nuevo en dos o tres días, corriendo y ladrando al viento como siempre. Es peor lo de aquella chica de ayer, pobre ¿no te has enterado?. Parece ser que andaba recorriendo esta zona y ayer se despeñó por el puerto, una pena, dicen que era muy joven, aunque ha quedado casi destrozada. ¿Estás bien, Javier?, te has quedado blanco como la nieve.

Sí, fue en un día gris muy parecido a este cuando conoció a Laura, y en un día gris muy parecido a este ella se despeñó con su coche volviendo a la ciudad; parecía casi un sueño pensar que habían pasado cuatro años desde entonces. Javier dejó lentamente la fotografía en el mismo anaquel de la estantería; sentía una cierta humedad recorriendo sus mejillas. Se acercó a su portátil; aún mantenía aquel viejo archivo con un nombre en la figura en forma de carpeta (Laura y Javier-fotos)
Abrió su programa de Office Words; la pantalla esperaba ante él, como un blanco desafío, Javier apagó el cigarrillo en el cenicero y empezó a escribir:

                                                 Historia De Un Día De Lluvia