miércoles, 30 de marzo de 2011

LA CASA.

                               LA CASA.

Siempre estuvo allí, en aquella colina ahora salpicada de vallas de madera, jardines y casas coloniales.
Algunos vecinos comentan que tras sus paredes se esconden sangrientos misterios, desapariciones, leyendas con un poso de realidad; comentan también que en noches de plenilunio la estructura parece cobrar vida, que se escuchan lamentos con sabor metálico, como si las voces pérdidas en su interior arrastrasen cadenas y castigos. Anatemas confusos y un incierto resplandor malévolo conjuntan el pintoresco cuadro salpicado de matices ante las miradas aviesas que parecen emanar de las ventanas y galerías de la vieja casona.

Los transeúntes caminan por su acera, huidizos, sigilosos, como quien teme despertar una pesadilla con su sola presencia, aunque fuese por instantes.
Hará dos años aproximadamente, fue alquilada por un pintoresco personaje, discreto, extravagante, que solía pasar las noches despierto sobre una mecedora del porche con pliegos de papel y pergamino enrollados y huellas de un antiguo lacrado sustituido por cordeles para anudar; dicen que recitaba en extrañas lenguas el contenido de dichos pergaminos, que sus ojos brillaban en la oscuridad como si de dos pérfidos candiles se tratase, taciturnos, en apagados destellos, pálidos al igual que un sudario que envuelve muerte y desconcierto. Al amanecer recogía sus pliegos y extenuado se retiraba al interior, cerraba cada ventana, corría los pesados y tupidos cortinones; de ésta manera pasó un año, noche tras noche, amanecer tras amanecer, hasta que un día sencillamente desapareció sin dejar rastro o recado alguno.

Dicen que durante ese extraño año, incluso el aire se volvió más denso, como si de un lugar cerrado durante siglos se tratase, extrañas neblinas rodeaban el contorno cada anochecer, despidiéndose en leves y perezoso jirones ante los primeros rayos de sol.
Aullidos de coyote, risas de hiena que helaban la sangre con sus ecos, conjuntaban el extraño recital nocturno de aquel vecino desaparecido. Nadie se preocupó demasiado tras su desaparición; para ser sincero todos respiraron aliviados en su ausencia.
Ahora se comenta que sigue allí, de alguna manera no se marchó, dicen que dispersa su manifestación física, pasó a formar parte de la esencia maligna de la vieja casona; que puede percibirse de nuevo el eco de aquellos cantos malditos, dicen que vuelven a escucharse los aullidos y las risas cada plenilunio mientras la mecedora se mueve en el porche, como si tuviese vida propia. Los vecinos tienen miedo, sienten autentico terror.

Yo tengo alquilada una casita en la colina, circundante a la vieja casona, la utilizo para pasar largas temporadas de reflexión y trabajo; me gusta escribir, soy un apasionado poeta y un incansable peregrino en busca del conocimiento, de la verdad, de la esencia subyacente en cada misterio. Tal vez, mi espíritu intelectual me predispone de antemano aislándome así   de los murmullos y la mitología vecinal, de sus miedos provincianos.

Sin embargo debo reconocer que la leyenda me atrae, he pedido permiso para entrar en el interior de la casona e indagar en sus misterios, me muero de impaciencia por recorrer cada rincón, buscar en cada estante y respirar el embrujo y misticismo maligno que envuelve la propiedad adyacente a la mía; hoy por fin me fue concedido el permiso y una llave maestra para acceder a tanto misterio. Hoy precisamente es plenilunio, la primera noche del ciclo, a través de ella me adentraré escrudiñando cada misterio incierto; una extraña bruma comienza a invadir el entorno de mi casita y la casona que me alojará como huésped en breves horas; cae sobre el paisaje a jirones, como pequeños copos de niebla que buscasen un acceso cómplice entre ambas propiedades.

De alguna extraña manera, casi rozando lo extrasensorial, siento que la casona y sus misterios me tienden una alfombra roja; estoy seguro, ésta es la noche perfecta, empiezo a percibir extraños aullidos, risas y voces lejanas; curiosamente cuanto más me acerco a la casa, más irreal se torna ante mis sentidos lo que hasta hace pocos minutos tenia por palpable, por cierto, por indiscutible, una música lejana se acerca a mis oídos con matices de aquelarre; ¡qué curioso, juraría que no he sacado aún la llave del bolsillo, sin embargo  la puerta está abierta ante mí! siento un extraño escalofrío recorriéndome, el pomo de la puerta late entre mis dedos, como sí tuviese vida propia. Deben ser mis nervios y emociones ante tal situación, mañana tal vez pueda contarles mi propia experiencia, presiento que la noche será larga y agotadora; buenas noches para ustedes, la mía acaba de comenzar.

1 comentario:

  1. Encantada de poder estar en tu espacio maravilloso para mi es un honor dejarte mis sinceras felicitaciones

    SHANIA

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.