domingo, 19 de julio de 2015

EL VIAJE

Contaba los minutos que le separaban del adiós que nadie quiso darle mientras los motores encendidos entonaban en su sonar la obertura de un nuevo comienzo, la noche era más oscura que nunca y la sala de embarque del aeropuerto se abría como una inmensa despedida. A su alrededor pululaban los que serían compañeros de viaje formando una fila para ser engullidos de manera ordenada por el vientre del 777 que en pocos minutos despegaría dejando atrás aquel mundo gastado para él, a aquellas personas que un día dejaron de ser cercanas, o tal vez (en el fondo siempre lo supo) nunca lo fueron. Un nudo en la garganta y demasiados desengaños en el equipaje; éste no era uno de tantos viajes, ahora tenía la clara certeza de que ya no había hogar o lugar al que regresar, que nunca lo hubo más allá de sus intentos de aferrarse a los vestigios de un pasado y un entorno familiar. Sólos nacemos pensó, y sólos moriremos, el camino de la vida es en el fondo un desierto particular para todos y cada uno de nosotros.

El 777 comenzó a tomar velocidad y distancia del suelo, y mientras las luces se alejaban y empequeñecían entendió que nada sería igual, que todo era diferente desde ese mismo instante. Se acomodó en su asiento dando la espalda al pasado y dejándose llevar sin mirar hacia atrás.

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