lunes, 24 de agosto de 2015

VIVIR PARA ESCRIBIRLO.




Para hacer honor a tus versos, se sincero
y reconoce que solo puedes llorar en ellos
cuando la vida te ha masticado como a un chicle
para arrojarte después en cualquier papelera.
No te atrevas a escribir elegías al dolor ajeno
sin haber jugado primero a los dados con tu propia muerte
con una botella medio vacía entre sus ojos y los tuyos.
Escribe desde la corrección subvencionada
para ganar un laurel caduco... o atrévete
a vestir tus versos de insolencia para nada.
Es sencillo garabatear sobre papel mojado
y esperar un cheque de “la asociación
de amigos de cualquier cosa”, lo difícil poeta
es vivir para escribirlo sin palmadas en la espalda
llenar el cenicero de la madrugada de colillas aplastadas
y estrofas inservibles mientras tus ojos escuecen
con lágrimas de humo, ajo y cebolla.
Ahora puedes recoger tu premio en letras de oro,
tal vez incluso te publiquen algo con reseña
(Ahora se publica casi todo)
y cuando llegues a casa sabrás que detrás de cada verso
no hubo otra intención que la de una portada
en cualquier librería de la esquina de tu barrio

y dos menciones breves en la prensa del día. 

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