jueves, 14 de septiembre de 2017

Imagina a un gran ejército de zombis marchando alegres con una papeleta electoral en la mano hacia sus ataúdes colectivos de cristal. Imagina al mismo tiempo a todos sus enterradores frotándose las manos de satisfacción pensando en los beneficios personales del funeral colectivo mientras animan a esos zombis con distintas banderas y colores a alinearse en diversos lados de sus propias sepulturas. Imagina si puedes (al mismo tiempo) un plaga de cucarachas saliendo por las mangas y perneras del pantalón de los enterradores, ansiosas por devorar las migajas del festín macabro y varios buitres sobrevolando la dantesca escena con sus picos afilados y dispuestos a alimentarse de la poca carne que aún quede pegada a los tristes huesos del ejercito de zombis. Junto a todos ellos se encuentran diversos apóstoles envestidos de un extraño poder divino concediendo indulgencias y absolución en nombre de sus diversas confesiones y dioses a víctimas y verdugos con la mano derecha, mientras la izquierda aguarda impaciente su paga por los servicios prestados. Imagina que las palabras son condimento para aderezar el sabor de la menguada carne de los zombis y mantenerles tranquilos en su fila mientras les llega el turno del sacrificio humano y cae sobre su cabeza el hacha implacable. Imagínales a todos, unos brindando alegres, otros muriendo sin saberlo, unos disfrutando de suculentos banquetes, los otros, convidados de piedra al fin y al cabo, sin terminar de comprender de que son alimento y terminaran saliendo por el culo  de enterradores, cucarachas, buitres y apóstoles  tras un largo proceso de digestión en forma de heces fecales.
Por imaginar que no quede, no hay prisa la digestión es larga y siempre hay sitio en las cloacas situadas bajo cada escaño-inodoro. Tú también flotaras allí abajo, no lo dudes.

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