viernes, 25 de enero de 2019


Tu tiempo se acaba, eres como un reloj de arena con sus granos agotados.

Se acaba el tiempo de tus mentiras, de tu puño opresor, engarfiado como tus ideas,

aplastando la vida de los hombres libres.

Comienzas a ser pasado, como tus campos de exterminio, como el frío invierno 

de tus gulags sobre los huesos cansados.

Hiedes como todos los cadáveres que has dejado al paso de tu bota de hierro sobre 

la historia, eres frío como la muerte que te acompaña, metálico como el percutor 

de tu fusil y cada una de sus balas.

Se acaba tu tiempo predicador de odio, el tiempo de tus hijos malnacidos, los ojos

de las victimas te observan.

Eres rojo como un demonio, como la sangre que derramas a tu paso, rojo 

como un incendio que todo lo consume. Íncubo y Súcubo de todos los sueños rotos.

No ensucies la palabra libertad con tus fauces sangrientas, te alimentas de sangre

para vivir vampiro ideológico, anatema y conjuro satánico.

Representas a la mujer arrodillada esperando su tiro en la nuca, al niño que murió 

de hambre en tus glaciares, representas al campesino expropiado del fruto de su esfuerzo,

al hombre atropellado por tus carros de combate, al anciano asesinado por la

miseria social que  regalas a tus pueblos. Representas la mordaza, el nudo corredizo, 

la palabra asesinada, la palabra perseguida.

Tu discurso es como tus gestos, un puño amenazante sobre aquellos que te niegan.

Tu nombre verdadero es terror y genocidio, paria de la tierra, jinete del apocalipsis.

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