lunes, 16 de mayo de 2011

CANTOS MALDITOS I-VII

I

¡Oh ángel caído!
Busca si quieres, un poeta que deshoje margaritas
sobre tu figura seráfica, mientras tañe latidos de gloria con su lira.
Yo esparciré sobre tus labios pétalos podridos y tallos muertos.
Arrancaré tus alas lamiendo la herida obscena de la espalda
para consumirte.
Colocaré sobre tu pecho una flor carnívora que devore
tus latidos.

Te desposaré en aquel mausoleo  lóbrego
con la marcha nupcial del aullido del lobo
y los ojos vigilantes de toda criatura de la noche.
Desgarraré tu túnica con la violencia del deseo,
y profanaré tu cuerpo entre lápidas y panteones,
humillaré la humedad de tus muslos con mis garras.
y consumiré tus entrañas con el fuego del averno.
Soy aquel diablo concupiscente que te asalta cada noche
desgarrándote los sueños.

Soy aquel poeta oscuro
que invocaste en tus noches malditas.
Surgido de las tinieblas del verso escondido
entraré en ti con la dualidad del oxigeno
que mata lentamente mientras proporciona vida.
Te penetraré, oxidando tus recuerdos y el alma
ahora impura.

No me pidas arcoíris.
Yo te ofrezco la metamorfosis del licántropo
en noches de luna llena;
masticando tu carne con mis incisivos.
Yo te ofrezco la ceremonia de sangre
en el beso del vampiro.

No me pidas un cielo claro
y un sol radiante sobre el vuelo de las aves.
Te ofrezco el ulular del búho y la sombra gris del murciélago.
Escribiré poemas a los ojos grises de las ratas
y la figura escultural de la serpiente.

Te ofrendaré en sacrificio a todos los Dioses malditos,
y danzaremos juntos en el aquelarre lascivo
de la desnudez entrelazada.
Acariciaré tu piel con la fría certeza de la muerte
que acecha en cada sombra.
Apuñalaré tu destino con el destello metálico de los ojos
mientras mancillo tu sonrisa con el gesto infernal.

Te arrojaré a un Pandemónium de silencios escabrosos
y vomitaremos juntos sobre la miseria humana.
Te robaré el alma a cambio de la inmortalidad del bardo oscuro.
Vagaremos por el páramo, errabundos, fugitivos y malditos;
con los siete sellos sobre mi frente y tus pechos.

Comeré de tu manzana
condenándote conmigo al destierro de la noche.
Germinara en tu vientre la semilla del canto maldito
y darás a luz oscuridad poética.

En aquel portal, donde muere la esperanza
acunaremos sus sueños, calentados al aliento
de dos hienas y un coyote.
Junto al nido de la sierpe que aova pesadillas
tres  nigromantes te ofrendaran:
Temor, azufre y sangre.





VII.

He despertado a la inmensa oscuridad
vigilado por el ojo omnipotente, que apocalíptico
devora sangre y consume fuego.

Allá, en la umbría, en la boca del lobo, entre sus fauces
que amamantan muerte en cada mordisco;
rodeado por ecos de angustias,  cortejo arpías
que clavan sus garras inclementes.

Es el cortejo visceral de aquellas hirientes
que penetran el corazón en pequeñas puñaladas
eyaculando desdichas sobre el alma.
Ahítas y sedientas, siempre sedientas.

Ahora camino por el verso insomne que clama venganzas
y ofrece coronas de espinos sangrantes.

¡Arcángel negro, toma tu recompensa!
¡Carroñéa, devora, consúmelo todo!

Tú, Ángel caído, profeta maldito; jinete alado
que cabalgas mil infiernos, inmisericorde en tu voracidad.
Tú, sí, tú que prometes una condena de desdichas y suplicios;
tómame, soy tuyo; caigamos juntos en la vorágine concupiscente,
talemos el árbol prohibido consumiendo su fruto.

Tú, sí tú, condenado entre los condenados;
errabundo, fugitivo; acaríciame con anatemas,
marca sobre mi frente el número maldito;
bailemos juntos la danza  herética
con la sonrisa aquiescente de la reina ímproba.


Hagamos el amor sobre un sudario
cubierto de gusanos sigilosos y voraces.
Cubramos la noche de delirios
y hambrientas pesadillas.

Tú, sí tú, Serafín oscuro,
Te he elegido a ti.
Cantaré el apocalipsis sobre tu regazo,
hiriendo mis manos con aquel laúd
construido de huesos y navajas.
Sangraré por complacerte.

Circundado, sicalíptico y dispuesto,
recorramos juntos los nueve círculos concéntricos
hacia abajo, siempre hacia abajo.

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