lunes, 6 de agosto de 2012

VIVAN LAS CAENAS.




Cuanto más veo más nostalgia siento del mundo que nos entregó Ayn Rand en su Rebelión de Atlas. No existe día con un momento dedicado a reflexionar sobre las consecuencias reales de una huelga a gran escala, una huelga y un retiro a un lugar en el que las personas decentes pudiésemos desarrollar nuestra vida y aptitudes lejos de los saqueadores y sus ejércitos de fieles consentidores.
Hace bastante tiempo que no siento otra cosa que escepticismo en general, veo el día a día, leo con autentico recelo y terror todo tipo de comentarios, contemplo situaciones inverosímiles aceptadas con normalidad,  observo aburridos debates que terminan por ser un soliloquio compartido y aceptado sobre lo políticamente correcto, paseo por unas calles llenas de almas muertas, de personas agotadas y sin ilusión alguna. Siento sin poder evitarlo el sanguinolento rastro que ha dejado la política  en un país que un día me llenó de orgullo y actualmente lo hace de desconfianza y una sensación muy parecida a la nausea.
No se puede luchar contra el sistema desde el sistema, ellos lo saben, lo tienen previsto y atado. No nos darán cuartel, quieren nuestras almas, nuestros cerebros, nuestro esfuerzo; son vampiros aferrados a nuestra carótida alimentándose del flujo vital y dejándonos apenas lo necesario para mal vivir dentro de un caparazón con apariencia humana en una sociedad cruel, totalitaria e inhumana disfrazada de buenismo. Es en definitiva la peor de las dictaduras, ya que está vigilada y defendida por la más letal de las armas: LA ACEPTACIÓN DE  NUESTRA CONDICIÓN DE ESCLAVOS difundida desde casi todos los ámbitos.
 Nacemos a un mundo que  adoctrina cada segundo de  nuestra existencia con la finalidad de (al más puro y terrorífico estilo orwelliano) no sólo convencernos de aceptar y obedecer al gran hermano, si no de  amarlo también. Hace demasiado tiempo que vivimos en 1984, tanto que somos incapaces de recordar si realmente fuimos libres en alguna ocasión o todo forma parte de un sueño conspirativo del que somos incapaces de escapar.
Lo más terrible es que a diferencia del mundo de Ayn, en el mundo real carecemos de la valentía y los medios necesarios para escapar a nuestras cada vez más pesadas y opresoras cadenas.

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