martes, 17 de julio de 2012

JUNTO A NIS.


El camino se detiene junto a Nis,
abajo, el valle aparece mortecino,
inquieto bajo el tenue resplandor
de una luna menguante.

Mil formas evanescentes
se conjuran como breves sortilegios
entre las ruinas habitadas
por demonios, rojos como la sangre.

Muros, panteones y restos de estatuas
emergen como un vano intento
de perpetuarse entre la maleza.
Un río fangoso
acompaña al sapo gris y la serpiente.

Pequeñas figuras simiescas
se descuelgan por el entramado
podrido del cadáver arborescente.
Un genio perezoso pasea su curiosidad
por la estéril luna cornuda.

-Dime dantesca presencia,
tú que vives desde tiempos innombrables
¿Quién   habitó estos parajes?
¿Quién construyó tal desolación?
¿Qué raza absurda?
-Soy memoria amigo genio
aquejada de ancianidad…
fueron tan sólo un instante
en la infinitud de los tiempos,
fueron muy semejantes
a las sombras simiescas que contemplas.

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