lunes, 31 de diciembre de 2012

CUENTO DE NAVIDAD.


Érase una vez un niño que nació en un lejano reino del que apenas quedan las ruinas y aún esas escondidas entre la maleza espinosa de discursos demagógicos. Un niño que creció como tantos otros creyendo que la justicia y el bien siempre prevalecen y los malvados terminan por pagar la cuenta de sus injusticias. El tiempo pasó y el niño se hizo hombre, pero un hombre con el corazón de niño. Un hombre en busca de respuestas a sus antiguas creencias. En el camino de su búsqueda creyó encontrar la respuesta en la razón; pero la razón es algo que todos quieren tener, aún mintiendo en el empeño de conseguirla, el hombre niño que una vez fue sólo niño se entristeció al comprobar que la razón no sirve cuando la razón deja de servir a la verdad, y en su camino en busca de respuestas halló la Fe en un rinconcito del corazón, justo en el rinconcito que tenía en usufructo el niño que nunca dejó de ser del todo. Pero un niño en un mundo despiadado está condenado de antemano a sufrir por su ingenuidad, aquella misma que siempre le indicó que la verdad no necesita de enrevesados discursos para demostrarse ya que la verdad se demuestra con sencillez. Pero la verdad carece de importancia en el reino en ruinas, y su falta es más devastadora que todas las plagas bíblicas juntas. El hombre-niño cansado de buscar respuestas sobre la verdad en la razón prostituida decidió buscar consejo en el más sabio de los hombres, pero también falló en el intento ya que incluso el más sabio de los hombres pretende tener la razón de su parte en lugar de intentar defender la verdad con el argumento de la razón, y cansado de buscar, el hombre-niño que una vez fue sólo niño se durmió para soñar que escapaba de la pesadilla diaria de un reino asolado, tan pobre y mísero que no conocía el significado del amor,  que premiaba la vileza y castigaba la virtud allá donde la encontrase. Y en medio de sus sueños una voz le despertó y le dijo ¿qué buscas inútilmente en el mundo, acaso no sabes que las respuestas a tus preguntas son más antiguas que él y es inútil tu propósito?  ¿Cómo pretendes encontrar la verdad a través de la razón, si la verdad existe por sí misma y la razón existe para confundir la verdad? Ven, ven conmigo pues yo soy tu respuesta y el camino que buscabas, ven conmigo pues yo soy el padre de todos los hombres, que al igual que tú siguen siendo niños y necesitan de mí. No te daré riqueza alguna, al contrario, te enseñaré a comprender que los bienes materiales te encadenan a la necesidad de poseer más y sólo la pobreza y humildad es la antesala de la verdadera libertad. No te daré tampoco el poder de juzgar, castigar o terminar con la iniquidad humana, pues ese derecho tan sólo me corresponde a mí y la única manera de terminar con ella es hacer comprender al hombre que la iniquidad termina por destruir incluso a quienes la adoptan como forma de vida. Sin embargo te daré lo más importante, te daré la vocación de consolar a los afligidos, a los perseguidos, a las víctimas de la iniquidad que tu corazón desea extirpar del mundo. No temas, no estarás sólo ya que hay más pequeñines como tú y les conocerás porque te llamaran hermano y tú les llamarás hermanos a tu vez. Y el niño despertó feliz y nunca más estuvo triste o sintió miedo alguno ya que desde aquel día el padre de todos los pequeñines estaba con él y también le dio hermanos. Lo más bonito de este cuento de Navidad es que aún está muy lejos de ver el final, ya que estas líneas son tan sólo el comienzo.

 

Feliz Navidad, Paz y Bien.  

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