He nacido
con la fuerza de los miembros rígidos,
gestado en el útero de una maldición.
Soy un bardo oscuro con lira de huesos
que tañe cuerdas desgarradas, construidas
a su vez, con arterias y tendones podridos.
Quiero escribir sanguinolencias
en el ritual de apareamiento de lobos, hienas y coyotes.
Dibujar con palabras el majestuoso vuelo
del buitre carroñero en busca de su presa;
inflamado su vientre, frío y dispuesto
para el banquete.
Quiero perderme en el romanticismo
desgarrado de llanto de la viuda,
que llora la infidelidad de su marido con la muerte.
Cantar baladas tétricas en aquellos cementerios,
escupir sobre los serafines pétreos
y reír a carcajadas alunadas mientras grito miserias
escupiendo conjuros sobre la vida y sus despojos,
orinar sangre contra el viento
y sentir sobre la cara sus reflujos.
Sí, he nacido como una profanación en verso.
Quiero copular con la luna llena en cuarto menguante,
dibujando caricias obscenas sobre la tierra sucia;
aquella tierra que es madre, lecho y tumba.
Aquella tierra que conoce los secretos ancestrales.
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