Aquelarre de huesos
bajo una lluvia
de sangre fresca,
como recién ordeñada
de una carótida despistada.
Himnos
de muerte,
fanfarrias de flautas
podridas,
aplausos de garras
recién estrenadas
sobre unas vísceras
calientes,
aún rebosantes
de vida agónica.
Cantos malditos
brotan de la garganta
desgarrada
del muerto viviente
paseando las estrofas
por la suave piel
del gusano,
¡oh, es tan erótico el gesto!
el gusano se contrae
de placer
en el contacto
y muerde más carne muerta
para consumirse
lentamente
en el orgasmo
del banquete.
Orgiástico laberinto
aquel
en que la vida consume
a
la
muerte
y
la muerte consume
a
la
vida
en
una
espiral dantesca.
Erecciones núbiles
en cadáveres
recientes
despiertan la humedad
lasciva de la dama negra.
¿Acaso no veis sus muslos
chorreantes de sangre
concupiscente?
Es la hora de la cópula
final, aquella
en que se entrega
toda la carne
con los ojos cegados
por el rígor mortis.
El féretro
abierto de piernas.
¡Oh, que bella entrega!
La entrega definitiva,
la
total penetración,
el
orgasmo
categórico,
la eyaculación
de
efluvios
post mortem.
Los gemidos:
insalubres,
estentóreos,
agonizantes.
Los besos:
Podridos
tumefactos
pálidos.
El semen
mezclado con sangre
sobre los muslos
letales.
Y
por fin
la
vida
engendra
muerte.
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