lunes, 10 de diciembre de 2012

LA CHICA SIN NOMBRE.


 

¡Un tequila sin sal y limón!- a Alfredo le gustaba empezar fuerte; tras ese tequila seguirían al menos dos más, espolvoreados convenientemente con dos “tiritos” en los lavabos del Ateneo, a partir del tiroteo nasal Alfredo entablaba un larguísimo dialogo etílico con su mejor amigo “Jack Daniels”. El Ateneo era su garito predilecto; en él podías encontrarte la más heterogénea mezcla de personas, desde el profesor de facultad que acude a tomar unas cervezas tras las clases, hasta muchos alumnos que, casi siempre con acierto, veían más utilidad en unas copas que en las clases impartidas por personas dóciles y domesticadas por el pesebre conseguido en coyunturas políticas. Allí confluían también los más extraños y estrambóticos personajes del mundo de la noche; era el lugar perfecto para empezar la juerga y, en algunas ocasiones, también para terminarla cuando la noche se hermana con la madrugada.

-¿Me invitas a una copa, Alfredo?

Vaya, la noche no podía empezar mejor; tenía ante él, ¡en la primera copa!, una auténtica y extraña belleza, morena, con unos ojazos negros llenos de secretos.

-           ¿Me invitas a esa copa o tendré que buscar en otra parte? Fíjate y verás que me miran otros chicos y algunas chicas también.  ¡Tú decides!  

La verdad es que la chica merecía todas y cada una de las miradas; era increíblemente atractiva y sugerente, y… tenía algo más. Alfredo no sabía cómo explicarlo pero esa chica era algo distinto y no sólo por su forma de vestir, (parecía pertenecer a una de esas extrañas tribus urbanas Góticas) sino, sobre todo, por sus facciones juveniles, y sus ojos que escondían algo arcano como una fuerza devastadora que a través de su mirada trasmitía un misterio que solo algunos escogidos podían llegar a desvelar, si ella lo permitía.

- ¿Eres Gótica o algo así? Te atreves con un tequila o quieres algo más light.

- Un tequila está bien, para empezar, claro. ¿Dime, Alfredo, qué más te gusta, tequila aparte?

La cosa no paraba de mejorar, una chica directa.

-          Me gustan los coches, las motocicletas y las mujeres, los coches y motocicletas rápidos, y las mujeres rápidas y decididas, me gusta la velocidad en todo, la vida es corta.

-           A mí me gustan los hombres a los que les gustan los coches, las motocicletas, la velocidad y las mujeres rápidas y decididas, pero… ¿Has pensado alguna vez que la velocidad te lleva antes a cualquier sitio, incluso al final de la vida misma?

-          Oye, ¿vamos a beber o filosofar?

-          Se pueden hacer ambas cosas. Alfredo. ¿O te asustan las mujeres cultas? ¿O las conversaciones que lleven implícito algo más que… dónde lo hacemos, además de… qué bebemos hasta reventar?

¡Joder, una tía despampanante que se pone ella sola a tiro y tenía que salir filósofa!



-          ¿No me asusta nada y a ti?

-          A mí no me asusta nada; a veces creo que he vivido millones de vidas, sin haber vivido nunca, y a veces creo que sólo vivo para ver morir millones de vidas; este tipo de pensamientos hacen que el miedo sea solo una circunstancia más y más bien pasajera. ¿Ves a aquella chica que nos mira?

-          Pues no me importaría irme con ella si me resultase interesante; es más, no me importaría salir esta noche de aquí con cualquiera de todas aquellas personas que nos miran ahora mismo, pero hoy te he elegido a ti, Alfredo; de ti depende lo que ocurra a partir de ahora.

¡La madre que la parió! Lo había dicho bien clarito, vaya pava.

-           ¿Y qué tengo que hacer para llevarte a mi casa?; ¿oye, cómo te llamas?

-          Creo que hoy no te diré mi nombre, al menos no te lo diré aún, más tarde quizás te lo diga y quizás también pasen otras cosas… más tarde; para llevarme a tu casa empieza por no volver a preguntarme qué hace falta para llevarme a ella; yo decidiré si acabamos en tu casa, en otro sitio o no terminamos nada, al menos hoy.

Desde luego era la chica más extravagante y enigmática con la que Alfredo había ligado en estos dos años que llevaba pululando por el Ateneo; cuanto más convencido estaba de mandarla a paseo y emborracharse solo, más y más le costaba hacerlo, acostumbrado como estaba a las noches de sexo sin comprometerse a nada. Percibía en su interior la extraña certeza de que tarde o temprano acabaría encontrándola de nuevo, por mucho que hoy se le escapase de las manos. Tres chupitos cada uno más tarde, terminaron por coger una mesa apartada y una botella llena de tequila.

-          ¿Dime, qué crees que va a pasar esta noche, o… qué te gustaría que pasara?

A estas alturas Alfredo estaba desorientado, no sabía muy bien por dónde sorprender a esta chica sin nombre, y, lo que es peor, estaba seguro de que no importaba lo que dijese, ella se encargaría de dar la vuelta a su favor a cualquier cosa que se le ocurriese decir; pero había que intentar algo, aunque ese algo fuese sencillamente decir la verdad.

-          Sinceramente, al principio pensé que esto empezaría con un rápido revolcón en los lavabos, y quizás otro más tranquilo en mi casa; al principio claro, después pensé incluso en mandarte a paseo, ir directo a los lavabos y meterme otro tirito y media botella de Jack Daniels, chupito a chupito; es más, no tengo claro si me estás tomando el pelo para beber gratis, si solo buscas un chalado como tú para beber y hablar sin ofrecer nada, o si realmente quieres que lleguemos a algo más íntimo; lo que sí sé es que me importa una mierda, sólo quiero que sigas aquí conmigo, que no te vayas, aunque no me digas por qué. Estoy medio borracho a pesar de la coca, pero algo dentro de mí me dice que no estás aquí por casualidad, que me buscabas, y, aunque pareces estar jugando, de alguna manera sé que has venido sólo por mí esta noche.


-          Yo no soy de nadie, Alfredo, ni lo seré nunca; hoy estoy contigo, ayer estuve con otros, mañana o dentro de unas horas quizás sea con aquella chica que nos mira algo confusa; sí, seguramente mañana la elegiré a ella; si puedes aceptar esto, si eres capaz de entender que nada puedes hacer por cambiarlo, si estás dispuesto a aceptar lo que no puedes impedir, es el momento de pagar esta botella que nos hemos bebido. Toma dinero, esta noche te invita esta chalada que buscaba un chalado como tú para beber y charlar, yo te espero en la puerta, daremos un paseo y quien sabe… quizás ese paseo nos lleve a tu casa, o quizás a la mía. Esta noche algunos afortunados miraran con envidia cómo salimos de aquí juntos sin un destino concreto aún; quizás mañana o pasado algunos no se sientan igual paseando a mi lado.

-          Desde luego estas como una cabra, chica sin nombre; voy a pagar y salgo enseguida. ¡Marcos, cóbrame!

-           Vaya mierda llevas macho, vaya mierda, ten más cuidado con lo que te metes hombre, le dijo el camarero asustado.

-           ¿Vaya mierda? Ainsss, si la envidia fuera tiña… ¡Vaya hembra que me llevo macho!

-          Lo dicho tío, vaya mierda, anda y que te vaya bien, Don Juan ilusorio.

-          Hasta mañana envidioso.

-          Hasta luego Casanova.

-          Bueno chica sin nombre ¿dónde quieres ir?

-          Qué más da eso, el camino es lo menos importante, una vez se sabe donde terminará; tomamos la última en tu casa y ya veremos.

El camino hasta el apartamento de Alfredo transcurrió entre algunos silencios incómodos y unas pocas frases incoherentes que la chica aceptó como consecuencia de los excesos etílicos de Alfredo, pero al final estaban ante la puerta del apartamento y ella seguía allí.

-          ¡Qué quieres tomar chica sin nombre! Tengo tequila, vodka y a mi favorito: Jack Daniels.

-          Tequila está bien, Alfredo.

-          Bien, un tequila y un beso para empezar con buen pie.

-          No tengas tanta prisa, quizás ese beso que tanto esperas no te guste tanto después de todo; es mejor lo que se espera, lo que se imagina, que aquello que termina por suceder realmente, tranquilo.

-          ¡Qué es ese alboroto, joder Alfredo, ya estás otra vez igual! Intenta hacer algo menos de ruido, los vecinos se quejarán otra vez con razón, y algunos queremos ir mañana despejados a la facultad.

-          Jorge, quiero presentarte a la chica sin nombre, no sé si se quedará aquí esta noche, pero yo quiero que se quede. Este es mi compañero de piso y de estudios, mi aburrido y formal amigo Jorge.

-          ¡Vaya mierda llevas otra vez chico! Anda, intenta tranquilizarte y vete a dormirla, hasta mañana golferas.


-          -Ya ves, no te gustaría, es de un formal y aburrido que espanta.

-          Sí, desde luego es la clásica persona a la que no tengo intención de ver a corto plazo; tú eres más mi estilo de cita, Alfredo, sí, tú volverás a verme y la próxima vez vendrás a mi casa. Pero no será esta noche, esta noche no; sin embargo sí te daré ese beso que querías al entrar, un beso corto, para que me recuerdes, para que me esperes, para que sepas que muy pronto vendré a por ti y te llevaré conmigo a casa.

Fue un beso rápido, esquivo, casi una despedida que no termina de llegar, como un hasta pronto que surge tan rápido, como rápido desaparece; sin embargo Alfredo sintió en ese escaso segundo un aliento frío, que desde los labios invadía todo su ser, como si hubiese besado un tempano de hielo en lugar de aquella boca que tanto deseaba recorrer a mordiscos juguetones. De repente le invadió un tremendo sopor, le pesaban los párpados y el cansancio se apoderó de todo su ser; lo último que alcanzó a ver fue una puerta, la de su apartamento, cerrándose tras una negra sombra.

-          ¡Dios, qué dolor de cabeza, realmente la había cogido tremenda ayer noche!

-          Buenos días tarambana, ¿te duele la cabeza crápula?

-          No me fastidies, Jorge, bastante tengo, vaya mierda cogí; encima se me escapó esa chica tan rara.

-          ¿Qué chica, qué dices?

-          ¿Qué digo?, joder tío, la chica que te presenté ayer.

-          ¿Ayer?, cuando te encontré, estabas solo, medio tirado en el sofá, con una botella de tequila en las manos, farfullando de manera incongruente; imagino que puesto hasta las cejas de tequila, y a saber qué más. Me voy a la facultad, intenta espabilarte a ver si consigues llegar a alguna clase medianamente lucido.

-          ¿Solo, solo y tirado en el sofá?

 Jorge alucinaba, sí es cierto, la había cogido de concurso pero recordaba cada palabra, cada mirada, recordaba ese paseo hasta el piso y, sobre todo, aquel beso corto, pero ¡tan intenso y frío!, recordaba la promesa de la chica: “Tú volverás a verme y la próxima vez vendrás a mi casa”. Estaba seguro, ella volvería, volvería a verla. Pasó el día semidormido, tumbado en la cama; con las primeras luces artificiales de la noche, se levantó y se duchó, se vistió para salir, ya comería algo rápido en cualquier sitio.

-          ¡Un tequila sin sal y limón!

-          Marchando, golferas, no sé como tienes cuerpo después de la de ayer.

-          Ya ves, tío, machote que es uno, una pregunta Marcos ¿La nena aquella de anoche, ha venido por aquí?

-          ¿Qué nena?

-          ¡No me jodas tú también, Marcos! La pava que estuvo bebiendo conmigo anoche, la que se fue conmigo después, esa morenaza de ojazos negros que vestía de Gótica.


-          ¡Qué dices, colgado! Anoche empezaste como siempre, te bebiste un par de chupitos hablando entre dientes, después te fuiste al lavabo como siempre y al volver con las narices algo blancas, te fuiste solo a una mesa con una botella entera de José Cuervo, te la bebiste, pagaste y saliste por la puerta dando tumbos y hablando solo; si había alguien o no esperándote fuera, no lo sé, tío, pero de aquí saliste totalmente colgado y solo.  Por cierto, no veas la que se montó después; al poco rato de salir tú, una chica fue violada y asesinada en el callejón de detrás, una chica joven que estaba sentada cerca de ti; estuvo casi toda la noche la pobre y te miraba bastante, no sé cómo no te diste cuenta, la verdad. Si hubieses estado más fino se hubiese marchado contigo, a lo mejor, y quizás aún estaría viva. Dicen que estudiaba en tu misma facultad, era su primer año, creo, ya había estado alguna vez por aquí, una tía algo seria pero muy amable. En fin, no puede evitarse lo que está destinado a pasar; era su noche.

 

¿Sólo? No, estaba seguro, la recordaba perfectamente, recordaba cada palabra, cada minuto con ella. ¿Una chica que le miraba?

No, no se acordaba de ella, sólo recordaba a su chica sin nombre recordaba su promesa y su beso. Sí, volvería a verla, estaba seguro, ella se lo había prometido, la esperaría.  Lo recordaba perfectamente:

“Te daré ese beso que querías al entrar Alfredo, un beso corto, para que me recuerdes, para que me esperes, para que sepas que muy pronto vendré a por ti y te llevaré conmigo a casa”. Esas fueron sus palabras, estaba seguro del todo, a la mierda lo que dijesen los colgados de Marcos y Jorge; ella vendría, sólo tenía que esperarla. Pero primero un tirito para despabilarse.

-          ¡Dame otro tequila sin sal y limón!

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